domingo, 12 de octubre de 2008

Adolescencia en positivo



Durante las últimas décadas, la adolescencia se ha convertido en una de las etapas del ciclo vital que más interés ha llegado a suscitar, tanto entre investigadores como entre profesionales de la intervención, como lo demuestra el elevado número de publicaciones, congresos y conferencias que se ocupan de este periodo evolutivo. Las razones de este interés son diversas, aunque quizá convenga destacar sobre las demás la enorme preocupación social que provocan algunos de los problemas que tienen mayor incidencia en los años que siguen a la pubertad, tales como el consumo de sustancias, los embarazos no deseados, las conductas disruptivas en las aulas de secundaria o el comportamiento antisocial. En efecto, sin caer en la tentación de presentar una imagen dramática y sensacionalista de esta etapa, hay suficientes datos procedentes de estudios realizados en diversos países que indican que durante la adolescencia aumentan las conductas de riesgo, surge una mayor inestabilidad emocional y son más frecuentes los conflictos entre padres e hijos. Las razones de estas dificultades están muy relacionadas con el carácter transicional de esta etapa, sujeta a numerosos cambios y a la asunción de nuevos roles por parte de chicos y chicas. Pero, además, hay que destacar el impacto que tienen sobre el desarrollo adolescente muchas de las transformaciones sociales, económicas, tecnológicas y demográficas que están afrontando nuestro país, y los países de nuestro entorno. Así, la ampliación de los límites temporales de esta etapa, la mayor presencia de los medios de comunicación y de las nuevas tecnologías en la vida de los jóvenes, la mayor diversidad étnica y cultural de nuestra sociedad o los cambios que ha experimentado la familia son factores estresantes con una importante repercusión sobre la forma en que nuestros chicos y chicas viven la transición entre la niñez y la etapa adulta.

La preocupación social generada por los problemas propios de la adolescencia ha podido tener una influencia positiva, favoreciendo el apoyo y la financiación de programas encaminados a su estudio y prevención. Sin embargo, no podemos obviar que esa consideración del adolescente como un problema, lleva asociada una clara estigmatización de ese grupo etario que tiende a dificultar las relaciones entre adultos y adolescentes, especialmente en los contextos familiares y educativos, y que ha servido para legitimar algunas medidas coercitivas y de restricción de libertades individuales de los jóvenes. En efecto, la visión que el mundo adulto tiene del adolescente es con frecuencia demasiado dramática, sus problemas académicos se confunden con el fracaso absoluto, su indisciplina con la delincuencia y su experimentación con el sexo o el alcohol con la promiscuidad o la drogadicción. Y esta visión tan negativa es esgrimida para reclamar la vuelta a la disciplina severa y a los viejos valores, como si ello conllevase de forma automática la superación de los conflictos y problemas propios de esta edad. Es evidente que la intervención sobre una realidad tan compleja, como es la adolescencia, debe basarse en conocimientos sólidos y contrastados, y no en prejuicios, por muy extendidos que estén entre la población, por lo que tenemos que seguir acumulando datos y conocimientos que nos ayuden a desentrañar esa complejidad y a intervenir con ciertas garantías.

Por otra parte, esa concepción tan dramática nos empuja a poner el énfasis en un modelo de intervención demasiado centrado en el déficit, y que ignora las competencias que chicos y chicas pueden desarrollar, puesto que se les considera como un problema que hay que solucionar antes que como un recurso a promover. En este sentido, conviene romper una lanza a favor de un modelo que se centre en la competencia o en el desarrollo adolescente positivo, dirigido no sólo de evitar los problemas y dificultades que puedan surgir en esta etapa, sino también a la promoción del desarrollo de competencias sociales, cognitivas y emocionales. Ello, no únicamente porque las intervenciones dirigidas a la promoción de competencias suelen tener un efecto positivo indirecto sobre muchas conductas de riesgo, sino, además, porque una juventud libre de problemas no representa necesariamente una juventud suficientemente preparada para afrontar los nuevos retos que le esperan en la sociedad futura.


Este texto fue publicado en la revista Apuntes de Psicología como introducción al monográfico sobre Adolescencia que coordiné en diciembre de 2007.


Adolescencia
Vinieras y te fueras dulcemente,
de otro camino
a otro camino. Verte,
y ya otra vez no verte.
Pasar por un puente a otro puente.
—El pie breve,
la luz vencida alegre—.

Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
y en el espejo tu pasaje
fluir, desvanecerse.
*
Vicente Aleixandre

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