sábado, 26 de diciembre de 2009

Sobre la eficacia del sistema educativo


El debate acerca de la capacidad del sistema educativo para llevar a cabo su función traspasa las fronteras del ámbito estrictamente profesional, y con frecuencia personas ajenas al mundo de la educación opinan acerca de los males que le aquejan y las soluciones necesarias. No es que me parezca mal este debate, todo el mundo está en su derecho de expresar su opinión sobre un asunto de tanta relevancia social, aunque en muchas ocasiones nos encontremos ante argumentos simplistas y demasiado ideologizados que ignoran la complejidad del hecho educativo (ver aquí). Por eso, son muy de agradecer los trabajos que con acercamientos empíricos tratan de arrojar luz acerca de los factores que hacen que la escuela cumpla de forma más eficaz la función social que tiene encomendada. La revista Perspectives on Psychological Science acaba de publicar un artículo en el que los profesores Rindermann y Ceci analizan los elementos de la política educativa de distintos países que influyen sobre la competencia cognitiva del alumnado.

Hay que aclarar que el objetivo de la escuela no es sólo fomentar esta competencia cognitiva, que además está determinada por muchos otros factores (genéticos, familiares, socio-culturales), pero podemos estar de acuerdo en que éste es un objetivo muy relevante.

El trabajo realizado por estos investigadores se basó en los datos de diversos estudios internacionales (PISA, TIMSS, PIRLS) que suelen llevarse a cabo en un amplio número de países, y consistió en comparar 16 atributos del sistema educativo que estudios anteriores habían encontrado relacionados con el rendimiento del alumnado: se trataba de comprobar cuáles de estos atributos ayudaban a explicar las diferencias internacionales en la competencia cognitiva de niños y adolescentes. Los resultados del estudio señalaron la importancia de algunos factores tales como:

- El número de niños escolarizados en educación infantil y el inicio precoz de la misma.
- El gasto en educación por alumno.
- La cantidad de instrucción, es decir, el número de horas que los alumnos pasan en clase a lo largo del años académico.
- Baja ratio profesor-alumno y clases poco numerosas.
- Asistencia a escuelas complementarias o de apoyo (cram schools).
- Las tasas bajas de absentismo, abandono escolar, y problemas de disciplina en las aulas.
- Las tasas bajas de alumnos que repiten curso.
- La utilización de pruebas o exámenes objetivos y centralizados, tanto en las escuelas primarias y secundarias como en el acceso a la universidad.
- La diferenciación temprana del alumnado en función de sus habilidades o intereses (early tracking).

Otras variables, tales como la proporción de inmigrantes en las aulas, el interés por la lectura o la cantidad de tareas escolares realizadas en casa no mostraron relación con los logros en competencia académica.

Estos resultados ofrecen interesantes sugerencias sobre política educativa, como que la mejor fórmula para aumentar la competencia cognitiva de la población, y mejorar así su calidad de vida, es invertir en educación infantil, probablemente porque la mayor plasticidad cerebral durante los años preescolares hace que los niños se beneficien mucho de una estimulación rica a esas edades, lo que influye en la mayor adaptación escolar en los años posteriores, disminuyendo las tasas de fracaso escolar, y mejorando el clima en las aulas. En fin, un interesante estudio, mucho más valioso que las opiniones y elucubraciones de muchos de nosotros.

Alfredo Oliva

Rindermann, H. & Ceci, Stephen (2009). Educactional Policy and Country Outcomes in International Cognitive Competence Studies. Perspectives on Psychological Science, 4 (6), 551-577

sábado, 19 de diciembre de 2009

Sexo, mentiras y esperanza de vida


Llevaba unos días pensando que estaba haciendo méritos sobrados para alargar mi vida, después de escuchar en la radio los resultados de un estudio llevado a cabo en la Universidad de Frankfurt. Según los datos obtenidos en una investigación dirigida por el doctor en gerontología Karen Weatherby, aquellos hombres que miran el pecho de las mujeres durante unos diez minutos diarios aumentan su esperanza de vida en un promedio de 5 años. El hallazgo había sido recibido con alborozo por muchos varones heterosexuales y por algunas mujeres bien dotadas, y supongo que también por las clínicas de cirugía estética.

El estudio, aparentemente publicado en New England Journal of Medicine, ha tenido mucha repercusión en la blogosfera y en algunos medios de comunicación. Así, en algunas páginas web puede leerse que la muestra estuvo formada por 200 varones (supongo que heterosexuales) que se dividió en dos grupos, uno al que se pidió que fuese generoso a la hora de mirar esos atributos femeninos, y otro grupo al que se le impidió. No encuentro información acerca de cómo consiguieron los investigadores apartar a los participantes de esa barata diversión, aunque sí se detalla en algunas webs que el grupo de “observadores” ya mostró a los cinco meses una menor frecuencia cardiaca, niveles más bajos de tensión arterial, y una mejor circulación sanguínea. Así, el doctor Weatherby afirma que la excitación sexual provocada por esos diez minutos diarios de entretenimiento visual más eficaces que 30 minutos de ejercicio aeróbico para reducir el riesgo de problemas cardiovasculares.

Teniendo en cuenta que últimamente tengo cierta tendencia a la hipertensión generada por el estrés, ya había pensado cambiar la lectura que realizo mientras hago bicicleta estática en el gimnasio por el voyeurismo. De esa forma conseguiría aumentar los beneficios cardiovasculares del ejercicio aeróbico que realizo diariamente.

Para informarme mejor del estudio decidí buscar el artículo publicado por el investigador de la universidad alemana. Para mi sorpresa no encontré en New England Journal of Medicine, ningún trabajo del doctor Weatherby. Tampoco la búsqueda en Medline arrojó ningún resultado positivo. Sin embargo, sí encontré un artículo publicado el 21 de marzo de 2000 en el tabloide Weekly World News que hacía referencia al mismo estudio, aunque en esta ocasión se atribuía la investigación al doctor Franz Epping. La cosa parece estar clara: el estudio no existe, y se trata sólo de un bulo que tiene su origen en un tablodie, que ha encontrado una amplia difusión en la Red y que ha tenido eco en algunos medios de comunicación.

Aunque la blogosfera se ha convertido en una importante fuente de información y un medio muy apropiado para divulgar conocimiento, este asunto pone de manifiesto que hay que tener cuidado antes de dar por veraces muchas de las informaciones encontradas en blogs y páginas web. Por ahora, las revistas académicas son la fuente más fiable de información sobre asuntos científicos aunque, como demostró el travieso Alan Sokal, tampoco están totalmente exentas de bulos (ver aquí).
Alfredo Oliva

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Discusiones entre padres e hijos en la adolescencia


La adolescencia temprana es un momento en el que las relaciones parento-filiales suelen complicarse, de manera que incluso en las familias en las que la armonía entre padres e hijos era la norma pueden aparecer conflictos frecuentes. Las razones de esta zozobra de la tranquilidad en el hogar son variadas, pero suelen estar relacionadas con los cambios que atraviesan los chicos y chicas y sus progenitores. En primer lugar habría que destacar los cambios hormonales propios de la pubertad, que suelen tener consecuencias sobre los estados emocionales del adolescente y repercuten de forma negativa en sus relaciones con quienes les rodean. Además, el aumento del deseo y de la actividad sexual que conllevan estos cambios hormonales puede inclinar a los padres a mostrarse más restrictivos y controladores con respecto a las salidas y amistades del chico y, sobre todo, de la chica adolescente, en un momento en el que estos buscan una mayor autonomía, con lo que los enfrentamientos serán más frecuentes. Igualmente, resulta obligado señalar los cambios que tienen lugar a nivel cognitivo como consecuencia del desarrollo del pensamiento operatorio formal, que llevará a chicos y chicas a mostrarse más críticos con las normas y regulaciones familiares y a desafiar a la autoridad parental. Incluso serán capaces de presentar argumentos más sólidos en sus discusiones, llevando en muchas ocasiones a que sus padres se irriten y pierdan el control.

Otro elemento a tener en cuenta es la clara desidealización de las figuras materna y paterna que se va a producir, de forma que la imagen parental cercana a la perfección propia de la infancia será sustituida por otra mucho más realista. Esta desidealización suele favorecer la desvinculación emocional necesaria en esta etapa para que chicos y chicas vayan ganando autonomía personal. No es necesario recurrir al complejo de Edipo para entender que el niño y la niña tienen que “desenamorarse” de sus padres, y para esta faena nada mejor que comenzar a buscarles defectos y comprender que eran ídolos con pies de barro.

Finalmente, es importante destacar el aumento del tiempo que pasan con el grupo de iguales que va a permitir al adolescente una mayor experiencia en relaciones simétricas o igualitarias con toma de decisiones compartidas, y que le llevarán a desear un tipo de relación similar en su familia, lo que no siempre será aceptado de buen grado por unos padres que se resisten a perder autoridad. Por otra parte, en periodos de rápidos cambios evolutivos como la transición a la adolescencia, las expectativas de los padres con respecto al comportamiento de sus hijos son violadas con frecuencia, lo que causará conflictos y malestar emocional.

Aunque las transformaciones más relevantes tienen lugar en el adolescente, sus padres también están sujetos a cambios, y la pubertad de los hijos suele coincidir con la etapa de los 40-45 años de los padres. Este periodo, denominado por algunos autores crisis de la mitad de la vida, ha sido considerado como un momento difícil y de cambios significativos para muchos adultos, lo que podría suponer una dificultad añadida a las relaciones entre padres e hijos durante la adolescencia. Por lo tanto, la llegada de la adolescencia es un momento del ciclo familiar en el que coinciden dos importantes transiciones evolutivas, una en el hijo y otra en sus padres, lo que forzosamente contribuirá a enrarecer el clima familiar.

Lo mejor de todo es que estos momentos difíciles no suelen durar mucho y en poco tiempo, y contando con la compresión y flexibilidad parental, las aguas volverán a su cauce y la dinámica familiar habrá entrado en una nueva etapa que puede ser tan gratificante como las anteriores. Es más, puede decirse que estos conflictos y discusiones son necesarios para que tenga lugar un reajuste de las relaciones familiares en el que los padres tengan en cuenta las nuevas necesidades de sus hijos. Eso podría explicar que en un estudio longitudinal en el que hemos seguido a un grupo de 100 adolescentes desde los 13 hasta lo 23 años, aquellos adolescentes que declararon tener más conflictos con sus padres a los 13 años fueron quienes mostraron un mejor ajuste psicológico al final de la adolescencia. Estos enfrentamientos parecían haberles servido para ayudarles a madurar.




sábado, 14 de noviembre de 2009

Sobre la paja o "El placer está en tus manos"

Yo también fue un autodidacta –y precoz, dicho sea de paso- en esto de la paja, que es como por aquí se llama al vicio de Onán. En mi infancia los chicos no teníamos demasiados problemas de índole moral sobre el asunto, y comentábamos nuestras proezas manuales ante el grupo de amigos. Como todo el mundo se “aliviaba”, era un pecado compartido, y causaba menos culpabilidad. Es cierto que los domingos había que confesarse ante el cura, pero el brillo en los ojos del sacerdote, su respiración entrecortada y su interés por los detalles, unidos a la benevolencia de la penitencia impuesta, nos hacían pensar que esos frecuentes escapes pulsionales no nos conducirían al infierno.

Entre las niñas la cosa no era tan fácil. La sexualidad femenina casi nunca ha sido bien aceptada, y en España, tras cuarenta años de franquismo en los que el dictador había cedido a la Iglesia los derechos sobre la dirección moral de los ciudadanos, las mujeres fueron seres asexuados. Como ha recogido Rafael Torres en “El amor en tiempos de Franco”, la “educación sexual” por parte de abnegadas monjitas era intensa, y a las chicas se les enseñaban compostura, maneras de sentarse y de colocar las piernas y represión de las necesidades fisiológicas, pero, sobre todo, terror al propio cuerpo: los lavabos carecían de pestillos y espejos, hacían gimnasia vestidas hasta los ojos y se bañaban embutidas en camisones, así que de tocarse ni hablar. La liberación de la sexualidad de la mujer que la Segunda República trajo consigo quedó segada de cuajo y durante 40 años no hubo más sexualidad femenina lícita que aquella que con el objetivo de la procreación tenía lugar en el seno del matrimonio.

Sería razonable pensar que si esa etapa gris de nuestra historia reciente se cerró hace más de 30 años, la sexualidad femenina habría reverdecido después de un invierno tan largo. Sin embargo, parece que las prohibiciones de una generación se convierten en tabúes en la generación siguiente, y las adolescentes actuales aún siguen sin haberse librado por completo de la moral restrictiva que vivieron sus madres y abuelas, al menos en lo referente a la masturbación. Durante los últimos años hemos llevado a cabo varios estudios sobre sexualidad en adolescentes, y resulta llamativo que mientras que ellos viven el autoerotismo con total naturalidad, entre ellas la masturbación sigue siendo una práctica clandestina que con frecuencia suele generar sentimientos de culpa, como reflejan los siguientes testimonios de chicas de edades comprendidas entre los 15 y 18 años: “Si alguien te dice que una chica hace eso te parece escandaloso”; “Yo me tachaba de guarra por eso, incluso pensaba que era anormal”; “Para la mujer la sexualidad comienza a partir de estar con un hombre”.

Teniendo en cuenta que para muchas chicas el autoerotismo supone la iniciación sexual, no parece que comenzar con miedo y culpabilidad sea la mejor fórmula para vivir una sexualidad satisfactoria. Por eso, siempre he pensado que uno de los objetivos de una buena educación afectivo-sexual debe ser el generar entre las chicas una actitud de aceptación ante la masturbación para que puedan vivirla sin complejos, al igual que sus iguales varones.

Sin embargo, no parece que esa sea una opinión generalizada, como puede desprenderse del revuelo que se ha montando en los medios de comunicación ante la campaña puesta en marcha por el Consejo de la Juventud y el Instituto de la Mujer de la Junta de Extremadura. La iniciativa, dirigida a adolescentes de entre 14 y 17 años, y denominada “el placer está en tus manos”, incluye entre sus contenidos la autoexploración sexual y el descubrimiento del placer, algo no sólo aceptable sino totalmente necesario para una vivencia saludable de la sexualidad.

Los ataques que ha recibido la campaña han sido totalmente desproporcionados y desprovistos de argumentos, y desde la prensa y la radio, periodistas, opinantes y cretinos de variado pelaje, pero fundamentalmente de sexo masculino, han ridiculizado la campaña aduciendo que ellos aprendieron solos, y que se está malgastando el dinero público. Si se tiene en cuenta que la inversión ha sido de 14.000 euros, no parece que el supuesto despilfarro sea lo que en realidad preocupa a estos machotes de la comunicación. En el fondo no parece haber otra cosa que miedo e incomodidad del varón ante la sexualidad femenina. Por eso, me permito aconsejar al lector que antes de reir los comentarios despectivos sobre la campaña se pregunte a sí mismo ¿de qué me río?
¿O es que acaso le molesta que disfruten los demás?.
Alfredo Oliva

Mis frutas azabaches

carnosas y maduras

como un racimo de uvas,

carbones encendidos,

riegan sus mieles tibias

creando un mar de espuma

entre los dedos míos.

Salomón Borrasca

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Contra el autoritarismo


Resulta más que evidente que el asunto del ejercicio de la autoridad preocupa. Existe el convencimiento de que vivimos un periodo de pérdida de autoridad por parte de quienes tienen que ejercerla, ya sea en la familia, en la escuela o en la sociedad en general. El sábado pasado, Francisco J. Laporta, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, escribía un artículo de opinión sobre este tema en el diario El País (aquí). En él hacía suyas afirmaciones como la siguiente “las directrices de quien es considerado autoridad se aceptan como razones para las propias acciones con exclusión de las que uno pudiera tener al respecto”, lo que viene a querer decir que cuando un sujeto posee esa autoridad (por su cargo o sus conocimientos), lo más racional es seguir sus dictados, ya que ello supondría incorporar su racionalidad a la hora de tomar una decisión en una situación en la que carecemos de capacidad suficiente para hacerlo por nosotros mismos. Mas adelante continúa refiriéndose a la crisis de autoridad que se vive en la actual escuela española - “no es que tengamos una crisis de autoridad, es que parecemos estar cerca de una oleada colectiva de ignorancia y estupidez”.

Bien, pudiendo estar de acuerdo en que en la escuela, al igual que en la familia, ha habido en las últimas décadas una reducción progresiva de la autoridad de educadores y padres, me permito cuestionar la necesidad de obediencia absoluta a esas figuras, como parece deducirse de las palabras de Laporta. Obedecer a padres, médicos y profesores, será, como se afirma en al artículo, introducir racionalidad en nuestras vidas, pero no debemos perder de vista que desde finales del siglo pasado algunas tendencias en los ámbitos de la salud o la educación parecen aconsejar lo contrario.

Un ejemplo claro sería la tendencia actual en promoción y atención primaria de la salud, impulsada por la O.M.S., que pasa por aumentar la participación de la población y empoderar al paciente, lo que significa que el doctor no es ya esa figura omnisciente que dirigía con autoridad las vidas del redil de sus pacientes. En la actualidad la ciudadanía está mucha más informada, es más exigente y ha empezado a tomar las riendas de su propia salud, sin que ello suponga necesariamente un impulso del poder de los curanderos. Este empoderamiento pasa por aumentar los conocimientos del paciente, ofrecerle diversas opciones médicas, permitir su acceso a información en salud, favorecer su toma de decisiones respecto a tratamientos, es decir, todo lo contrario a ese respeto absoluto al “dios médico” que propone Laporta en su artículo.

En la escuela también se ha vivido una transformación semejante que ha supuesto una democratización de los centros educativos con actitudes menos autoritarias por parte del profesorado y una mayor participación, aunque aún insuficiente, del alumnado y sus padres en la gestión y política de los centros. El empoderamiento del alumnado, sobre todo en secundaria, y el fomento de una actitud crítica ante el conocimiento es un objetivo avalado por la evidencia empírica y defendido por la mayoría de investigadores internacionales, que viven al margen de este debate fuertemente ideologizado que se ha instalado en nuestro país.

La familia no podía ser menos, y los estilos democráticos parentales son reconocidos como los más apropiados para favorecer el desarrollo de chicos y chicas. Este estilo no sólo implica el apoyo y la supervisión parental, sino también la promoción de la autonomía y la estimulación por parte de padres y madres de la toma libre de decisiones y de un pensamiento crítico e independiente en sus hijos.

En fin, creo que ha quedado claro que el artículo del profesor Laporta no me ha convencido mucho, y es que podría pensar qué diablos hace un catedrático de Filosofía del Derecho opinando sobre asuntos educativos. Sin embargo, acabo de caer en la cuenta en que en este mismo blog he opinado con frecuencia sobre asuntos jurídicos, por lo que tengo que admitir que está en todo su derecho a hacerlo. Este debate parece más que necesario.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Consejos para padres de adolescentes: Poniendo límites


En muchas ocasiones, con la llegada de la adolescencia muchos padres y madres tienden a relajar el control sobre sus hijos, porque consideran que éste ya no es tan necesario como cuando eran más pequeños. Sin embargo, al igual que el afecto, el establecimiento de límites continúa siendo muy importante durante la adolescencia, y cuando estos faltan es muy probable que chicos y chicas se sientan desorientados y piensen que sus padres ya no se interesan por ellos. Por otra parte, la ausencia de control, de normas y límites, está muy relacionada con la aparición de algunos problemas de conducta, como los comportamientos antisociales y delictivos o el consumo abusivo de drogas y alcohol. A continuación se ofrecen algunas sugerencias en relación con las normas y límites.



  • Los límites deben ser claros, razonados y justificados. Es muy importante que no impongamos de forma autoritaria los límites y normas que han de regular la vida familiar y el comportamiento de nuestros hijos, tanto en casa como fuera de ella. Hay que hablar con ellos, conocer su punto de vista, explicarles los motivos de una determinada norma, y cambiarla cuando nos convenzan de que es injusta. Implicar a nuestros hijos en la toma de decisiones con respecto a los límites no significa que abandonemos la autoridad parental, sino que será una manera de reconocer que están creciendo y madurando y que tienen derecho a participar en las decisiones que les afectan.


  • Debemos ser flexibles. Hay que ir ajustando las normas y límites a las nuevas necesidades y capacidades de nuestros hijos a medida que van haciéndose mayores. Los límites necesarios para un niño o niña de 10 años, no deben ser los mismos que para un adolescente de 13, y menos aún si tiene 15. El control excesivo es tan perjudicial como su ausencia, por lo que tendremos que concederles de forma gradual más libertad para actuar y tomar decisiones.


  • Debemos ser coherentes y consistentes en cuanto a los límites establecidos. En determinadas ocasiones nos sentimos abrumados o cansados y podemos permitir algunos comportamientos en nuestros hijos que en otro momento no toleraríamos. Pero es importante que mantengamos las normas y los límites, y las sanciones ante su incumplimiento, independientemente de nuestro estado de ánimo. También es importante que exista acuerdo entre los padres a la hora de poner límites y castigos. Aunque en algunas ocasiones no estemos de acuerdo con nuestra pareja, debemos procurar resolver nuestras discrepancias en privado y mostrar una misma opinión ante nuestros hijos.


  • Si las normas no se cumplen, hay que sancionar. En primer lugar, es conveniente mantener la calma y no reaccionar de una forma demasiado emocional. Después deberemos escuchar tranquilamente la justificación que nuestro hijo nos da. Por último, habrá veces en las que será conveniente sancionar su conducta. Es importante que el chico o la chica tenga claro que es su comportamiento y no a él lo que rechazamos. No obstante, puede haber alternativas al castigo, como hacerles ver lo decepcionados que estamos por su comportamiento o la falta de confianza que tendremos hacia ellos. Otra posibilidad es no sancionarlos y dejar que experimenten las consecuencias de sus errores, por ejemplo un suspenso les obligara a estudiar o una resaca les hará sufrir los efectos del abuso de alcohol.

domingo, 18 de octubre de 2009

Adolescentes y nuevas tecnologías


Ayer tuve la oportunidad de moderar una mesa redonda centrada en el papel de las nuevas tecnologías en la vida de niños y adolescentes. Supongo que la mayoría de asistentes saldrían del acto con algo de miedo en el cuerpo, y preocupados por los muchos riesgos que acechan a nuestros menores, ya que con frecuencia se cargan las tintas con mucho dramatismo. Este asunto de la influencia que las nuevas tecnologías tienen sobre la vida los adolescentes se sitúa en la encrucijada entre dos visiones sensacionalistas y estereotipadas. Por un parte, la visión negativa de la ciencia y la tecnología que podemos encontrar en la literatura y en el cine, que tiende a presentar al científico como a un loco que osa desafiar las leyes de la naturaleza (Frankestein) y a la tecnología como una amenaza para el hombre (Tiempos Modernos, Blade Runner). Por otra parte, la imagen dramática y sensacionalista del adolescente como conflictivo, irresponsable y antisocial, que suelen divulgar los medios de comunicación y que ya hemos comentado en una entrada anterior (ver aquí).

No es extraño que de la confluencia de ambos tópicos, surja una visión excesivamente sesgada hacia los peligros y amenazas de estas nuevas tecnologías, y que suscite una gran preocupación social, si tenemos en cuenta el uso cada vez mayor que los jóvenes hacen de ellas. En estos casos, lo mejor es echar mano a la evidencia empírica y ver que nos dice. Sobre este tema la práctica totalidad de la investigación se basa en estudios correlacionales, por lo que hablar de causalidad es arriesgado. Así, por ejemplo, es complicado saber si la asociación entre conducta agresiva y videojuegos violentos se debe a la influencia perniciosa de estos, o al hecho de que los sujetos agresivos muestren una mayor preferencia por los videojuegos violentos.

A pesar de estas limitaciones en la investigación, hay algunos datos interesantes Así, una reciente revisión vincula el uso de videojuegos con una mayor cognición espacial y visual, probablemente porque estimula la percepción visual y la planificación y el desarrollo de estrategias. Otro dato curioso es la relación positiva encontrada entre el uso de ordenador personal en casa y el rendimiento escolar, siendo también más elevado el porcentaje de chicos y chicas que repiten curso entre quienes no tienen ordenador en casa. También podemos pensar, en la influencia favorable que puede esperarse del uso de Internet para buscar información, o del mantenimiento de blogs, actividad muy frecuente entre quienes tienen menos de 25 años. En estos blogs, jóvenes y adolescentes expresan sus sentimientos e inquietudes, sus problemas relacionales y sus dudas y reflexiones acerca de asuntos sentimentales, lo que puede servirles para mejorar su capacidad para expresarse por escrito, y para avanzar en el logro de su identidad personal. Es decir, cumplirían una función parecida a la de los diarios personales.

Estos resultados no deben llevarnos a la despreocupación total sobre los riesgos de la excesiva dedicación a las nuevas tecnologías. Quizá uno de los peligros más evidentes derivado de su uso es la posibilidad de generar una adicción que lleven a un uso excesivo, lo que puede apartar al chico o chica de otro tipo de actividades tan o más saludables. Esta adicción es más probable en el adolescente que en el adulto debido a que su corteza prefrontal se encuentra aún inmadura (aquí). Tampoco hay que olvidar que el consumo de muchas de estas nuevas tecnologías (TV, videojuegos, Internet) generan un excesivo sedentarismo que acerca al joven a la obesidad. En fin, mientras tenemos datos más concluyentes es recomendable tener una actitud de cautela con respecto a su uso por los menores, evitando que hagan un consumo excesivo, supervisando su utilización y ofreciéndoles alternativas de ocio.

jueves, 8 de octubre de 2009

Algo que los padres y madres de adolescentes deben conocer: una nueva forma de pensar


La adolescencia es una etapa en la que se producen muchos cambios físicos y psicológicos, y uno de los más llamativos tiene que ver con la capacidad para pensar y razonar, que experimenta un avance muy significativo, como habrá comprobado todo padre o madre que tenga hijos adolescentes. A partir de los 13 ó 14 años surge una forma más compleja de pensar sobre la realidad que permite al adolescente razonar sobre situaciones posibles o hipotéticas, aunque no existan, y darse cuenta de que la realidad, lo existente, es sólo una pequeña parte de lo posible. Los niños y niñas más pequeños tienden a pensar que las cosas no pueden ser de forma diferente a como son. En cambio, a partir de la adolescencia van a desarrollar una mejor comprensión de las ideas sociales y políticas, y serán capaces de pensar que la familia, la escuela o incluso la sociedad en que viven podrían ser diferentes, y por tanto, se podrían cambiar (Por ejemplo: “mis padres podrían ser mucho más enrollados” “la sociedad debería ser más justa y evitar la pobreza”). Esta manera más compleja de pensar llevará a muchos adolescentes a mostrarse más críticos con las normas y regulaciones familiares y escolares, y más rebeldes con las personas adultas más cercanas, es decir con padres y profesores, lo que en muchos casos podrá ser una fuente inagotable de conflictos. Además, estas nuevas capacidades intelectuales les permitirán emplear en sus discusiones argumentos cada vez más sólidos y convincentes, lo que puede pillar por sorpresa a muchos padres y madres y generarles mucha irritación.

En este momento los jóvenes tienen más capacidad para pensar sobre su propio pensamiento y sobre el pensamiento de los demás, lo que a veces puede provocar dificultades a la hora de diferenciar ambas perspectivas y originar fenómenos como la audiencia imaginaria y la fábula personal. Con la audiencia imaginaria el adolescente piensa que es el centro de atención de cualquiera que se cruce en su camino. Todos están pendientes de cómo se viste y de las cosas que hace o dice, y por ello no debe resultarnos extraño que en estos años aumente la timidez Por otro lado, la fábula personal le lleva a considerar que su vida es única y muy diferente a las de los demás. Lo que le ocurre a él nadie lo ha experimentado antes, y las cosas que le suceden a otros (accidentes, embarazos no deseados) no le pasarán nunca a él, aunque asuma ciertos riesgos. Es como si creyese que él dispone de una protección especial que le hace invulnerable e inmortal.
Afortunadamente estos primeros titubeos en el manejo del pensamiento formal o abstracto, que es como se denomina a esta nueva forma de razonar, serán relativamente pasajeros, y en pocos años chicos y chicas se habrán consolidado en el manejo de esta nueva herramienta cognitiva.

sábado, 26 de septiembre de 2009

¿Resiliencia o falta de plasticidad? ¿Vulnerabilidad o potencialidad para el desarrollo?

En este blog nos hemos referido de forma recurrente a cómo el modelo del déficit ha dominado el panorama de la investigación e intervención que se realiza en el campo de la psicología y la salud. Está más que justificado que nos preocupemos por los problemas y su solución, de manera que quiero dejar claro que los estudios que parten de ese modelo son y seguirán siendo muy necesarios. No obstante, en ocasiones esa excesiva focalización en el déficit hace que se pierda una perspectiva más amplia y algunos detalles pasen desapercibidos.

En una entrada anterior escribimos acerca de la resiliencia, entendida como la capacidad que muestran muchos seres humanos de atravesar situaciones estresantes y conflictivas sin padecer secuelas emocionales, es decir, de verse escasamente afectados por las experiencias negativas. Algunos de los factores que parecen proteger a estos sujetos son ambientales, como por ejemplo el apoyo parental. No obstante, cada vez hay una mayor evidencia de que son factores genéticos los que ofrecen esta protección, y en entradas anteriores nos hemos referidos a algunos de ellos, como ciertas variantes del gen de la Mono Amino Oxidasa A, o del gen receptor de dopamina DRD4.

Diversos estudios encontraron en los niños que poseían esas variantes genéticas una cierta resistencia antes las experiencias infantiles difíciles, mientras que los que poseían la otra variante se mostraron muy afectados y desarrollaron diversos trastornos emocionales y comportamentales. Lo que creo que resulta menos conocido es que esos niños tan vulnerables cuando las condiciones de crianza no eran buenas fueron precisamente quienes más se beneficiaron cuando sí lo eran, y mostraron un mejor desarrollo. Es decir, más que hablar de resistencia o vulnerabilidad tendría sentido referirnos a mayor o menor plasticidad ante las experiencias o condiciones ambientales, siendo los niños resilientes los que presentan menor plasticidad. Es decir, en lugar de hablar de una variante genética (p.e. variantes 7-repetido y 521T del gen receptor de dopamina DRD4) como un factor de riesgo, bien podríamos considerarlos como un “activo” para el desarrollo, siempre que las condiciones de crianza sean favorables, y un sujeto vulnerable ante las condiciones adversas bien podría a ser considerado como un individuo con grandes potencialidades, aunque con el requisito de gozar de un ambiente protector y estimulante.

Algunos estudios han hallado resultados parecidos en relación con el temperamento, ya que los niños con temperamento difícil suelen desarrollar problemas de conducta cuando las condiciones en casa no son favorables, pero tienden a mostrar menos desajustes comportamentales y más habilidades sociales cuando están expuestos a una crianza de calidad. Algo parecido podríamos decir de los niños con alta reactividad fisiológica. Por lo tanto, tendríamos que “cambiar el chip” y pasar a hablar de diferencias genéticas en plasticidad, lo que puede tener cierto sentido desde un punto de vista evolucionista, ya que la selección natural no habría favorecido a ninguno de estos dos tipos (alta o baja plasticidad). En situaciones en las que hay una gran continuidad entre presente y futuro, tendrían un mayor “fitness” los niños muy sensibles a las influencias familiares, ya que sus padres tratarían de promover en ellos rasgos o hábitos adaptativos. Sin embargo, en muchas ocasiones no habría tanta continuidad y esos rasgos promovidos en casa no servirían para sobrevivir -incluso podrían ser desadaptativos- en un contexto cambiante y distinto al que sus padres previeron, con lo que los niños menos sensibles a las prácticas parentales tendrían cierta ventaja, al no desarrollar rasgos desadaptativos.

Que haya muchos datos que apoyen las bases genéticas de las diferencias en plasticidad no excluye la posibilidad de influencias ambientales sobre la misma. Así, hay evidencia sobre cómo el estrés maternal durante el embarazo puede afectar a la plasticidad del menor a las experiencias infantiles, aunque claro, podríamos afirmar, rizando el rizo, que ese estrés podría afectar a la plasticidad posterior de unos niños pero no de otros, dependiendo de factores genéticos.


Puedes encontrar más sobre este asunto en:

Belsky, J. & Pluess, M. (2009). The Nature (and Nurture?) of Plasticity in Early Human Development. Perspectives on Psychological Science, 4, 345-351.

sábado, 19 de septiembre de 2009

El estilo de crianza se transmite de padres a hijos


Que las experiencias vividas en la infancia en la relación con nuestros padres marcan la forma en que actuamos con nuestros hijos es algo bien conocido. Las primeras evidencias sobre esta transmisión intergeneracional del “parenting” surgieron cuando algunos estudios observaron que aquellos niños y niñas maltratados en su niñez tenían más probabilidades de convertirse en padres y madres maltratadores que quienes habían vivido en un entorno familiar afectuoso. Si en un principio estos estudios se basaron en los recuerdos infantiles de estos padres maltratadores, con la escasa fiabilidad que pueden tener estos recuerdos, no tardaron en aparecer datos que procedían de investigaciones longitudinales mucho más fiables. En estos estudios, que siguieron a lo largo de décadas las trayectorias de algunas cohortes de menores, se constató la tendencia de los hijos a repetir el estilo relacional de sus padres y madres. Y no sólo eran transmitidos los estilos hostiles y abusivos, sino también los protectores y cariñosos.

Aunque la evidencia acumulada sobre esta transmisión ha llegado a ser importante, no debemos perder de vista un dato: en ningún estudio hay una correspondencia absoluta entre la crianza experimentada como niño y la desarrollada como padre. El rango de transmisión del maltrato se sitúa en algún punto entre el 7% y el 70%, y probablemente ronde el 30% el porcentaje de padres inmersos en este ciclo de abusos. Este dato hace que nos preguntemos por qué unos padres tienden a repetir con sus hijos los malos tratos sufridos, mientras que otros logran romper el ciclo.

La primera respuesta a esta pregunta provino de un ya clásico estudio longitudinal dirigido por Byron Egeland, y llevado a cabo sobre un grupo de niños que habían tenido infancias difíciles. A pesar de las dificultades experimentadas, muchos de estos menores maltratados consiguieron burlar al destino y se convirtieron en padres y madres afectuosos. Y el principal motivo que explicaba el cambio fue que se trataba de sujetos que habían conseguido establecer una relación emocional estrecha con alguna persona –un familiar, su pareja, un terapeuta- que les dio la seguridad afectiva que no obtuvieron de sus padres. Es decir, la seguridad del tipo de apego establecido, bien en la infancia bien en momentos posteriores del ciclo vital, desempeñaba un papel fundamental.

La evidencia en este sentido ha seguido acumulándose en los últimos años con nuevos estudios, que han señalado la importancia que otros factores parecen tener en la transmisión de generación en generación de la forma de ejercer la ma/paternidad. Entre estos otros factores mediadores está el hecho de haber disfrutado de unas experiencias escolares que hayan promovido un sentimiento de autoeficacia que, a su vez, llevó a una mejor elección de pareja, y a un ejercicio parental positivo. O la competencia social desarrollada durante los años de la adolescencia y la adultez temprana que permite una posterior competencia en el ejercicio del rol parental. O los logros académicos y la ausencia de problemas de conducta durante la adolescencia. Es decir, ya disponemos de un puñado de factores mediadores que nos sirven para entender cómo se produce esta transmisión intergeneracional. Sin embargo, no podemos decir lo mismo con respecto a los factores que moderan esta relación y hacen que mientras que unos padres y madres repiten el estilo de crianza vivido, otros logren romper el ciclo. Mientras disponemos de nuevos datos tendremos que seguir considerando que son las experiencias interpersonales que logran cambiar el modelo de apego construido en la infancia las que cortocircuitan la transmisión intergeneracional del estilo de crianza.

El último número de la revista Developmental Psychology dedica un monográfico especial a este interesante asunto (ver aquí)

domingo, 13 de septiembre de 2009

Sobre los disturbios de Pozuelo de Alarcón o "en boca cerrada no entran moscas".


Llevamos una semana escuchando todo tipo de comentarios y explicaciones sobre por qué ocurrieron los disturbios del pasado fin de semana en Pozuelo de Alarcón (aquí), que tuvieron como resultado a 10 policías heridos y a 20 jóvenes detenidos. Ni yo ni la mayoría de las personas que han opinado al respecto conocemos con seguridad los detalles de los sucesos: ¿cómo comenzó la refriega? ¿cuántos jóvenes asaltaron la comisaría? ¿por qué no existen grabaciones de ese supuesto asalto? ¿cómo de desproporcionada y chulesca fue la actuación de la policía, como parece deducirse de los comentarios de algunos testigos? Por lo tanto, evitaré emitir un juicio acerca de un suceso del que desconozco muchos datos.

Lo que me resulta sorprendente es la cantidad de opinantes que a lo largo de los últimos días se han arrojado a la piscina sin agua, atreviéndose a emitir un diagnóstico del suceso en los medios de comunicación. Los chivos expiatorios han sido en esta ocasión padres y educadores (aquí).

Bueno, tengo que reconocer que soy un vehemente defensor de la influencia que la familia, y también la escuela, tiene sobre el comportamiento de los adolescentes. Y aunque en esta ocasión muchos de los implicados en el suceso habían dejado muy atrás la adolescencia, bien cabe esperar que las influencias familiares infantiles hubieran dejado su huella, condicionando de alguna manera el comportamiento desmedido de estos jóvenes adultos. Sin embargo, quienes investigamos sobre el comportamiento humano sabemos perfectamente que la mayoría de las conductas problemas propias de la adolescencia tiene un origen multicausal de forma que resulta imposible hablar de una única causa. Ello no es un obstáculo para que algunos personajes mediáticos, con mucha osadía e imaginación, hayan recurrido una vez más al recurrente tópico de la falta de control o supervisión parental, que tanta prevalencia parece tener entre las familias españolas.

Bien, no voy a negar que existe cierta evidencia empírica acerca de la importancia que esta dimensión del estilo parental tiene sobre el ajuste comportamental de chicos y chicas adolescentes, aunque conviene recordar que otras dimensiones, como el apoyo y la comunicación (o la falta de ambas en este caso), tienen una influencia aun mayor.

Tampoco hay que olvidar el papel que desempeñan otros factores: iguales, medios de comunicación, valores culturales, legislación existente, políticas sociales y educativas, etc. Y es que, como apunta el modelo sistémico biopsicosocial, la mayoría de las conductas problema son el resultado de la combinación de una serie de factores individuales y contextuales, y conviene señalar que:

Los mismos factores no afectan de la misma forma a todos los sujetos. Así, mientras que un adolescente puede desarrollar comportamientos agresivos como resultado de una combinación de influencias estresantes, otro saldrá más o menos indemne de esa situación. Determinados factores biológicos presentes en el primer caso y ausentes en el segundo pueden marcar los diferentes resultados sobre el ajuste conductual del niño o adolescente. Factores contextuales, como el apoyo social, también pueden proteger los efectos negativos del estrés.

Las influencias pueden interactuar entre sí e influirse mutuamente. Esta es una de las características principales de los modelos sistémicos, y sirve para explicar el desarrollo de muchas conductas problemas. Por ejemplo, si en el surgimiento de la conducta agresiva están implicados tanto factores biológicos como familiares, es muy probable que en algunos momentos estos factores se hayan influido mutuamente. Así, un niño con un temperamento difícil y con un alto nivel de actividad puede generar en sus padres mucho estrés, que les llevará a mostrar hacia el niño un estilo muy coercitivo y autoritario con el uso de castigos físicos, lo que a su vez podrá influir en el surgimiento de comportamientos agresivos del menor hacia los iguales.

Muchas conductas problemas pueden darse conjuntamente. Las razones de esta co-morbilidad tienen que ver con el hecho de los factores de riesgo implicados en el surgimiento de alguna conducta problema, como el consumo abusivo de sustancias pueden también contribuir al desarrollo de otros desajustes comportamentales, como las conductas sexuales de riesgo, las conductas suicidas y la delincuencia juvenil. Además, en bastantes casos un problema puede ser un factor de riesgo fundamental para otro. Este sería el caso de la influencia de un trastorno depresivo sobre el consumo de sustancias o sobre la tentativa de suicidio

Las conductas problemáticas suelen presentarse en un continuo. La mayoría de los problemas de conducta no suelen ser un asunto de todo o nada, ya que suelen ser comportamientos que se presentan en mayor o menor grado en muchos chicos y chicas sin que lleguen a constituir un problema.

Es decir, resulta muy complicado poder hablar de causas únicas del comportamiento antisocial, y la prudencia a la hora de explicar la etiología de algunos fenómenos psicosociales complejos debería ser una condición obligada, si queremos que se reconozca a la psicología como una ciencia seria. Ya sé que con un micrófono delante algunos profesionales de las ciencias sociales se transforman en adivinos omniscientes con supuestas respuestas para todo, pero si algún periodista me pregunta qué está pasando con la juventud actual para que ocurran sucesos como los de Pozuelo de Alarcón, creo que lo más honesto será reconocer que no tengo la más remota idea. Y es que ya se sabe que en boca cerrada no entran moscas.

martes, 8 de septiembre de 2009

Psiconeuroinmunología



¡Vaya palabrita! pensará más de un lector harto de leer cómo los investigadores acuñan palabras rebuscadas para etiquetar nuevos campos de estudio que surgen en la intersección de áreas más o menos afines. Pues bien, ya tenemos una nueva: la Psiconeuroinmulogía. Se trata de la disciplina que se ocupa del estudio de cómo las situaciones estresantes y las emociones negativas influyen sobre la respuesta de nuestro sistema inmunológico. A lo largo de las últimas décadas se había acumulado una importante evidencia empírica sobre cómo el estrés sostenido retrasaba la curación de heridas y, más recientemente, disminuía la eficacia de las vacunas. Este último dato tiene su importancia en momentos como el presente, en los que estamos a las puertas de una vacunación masiva de la población contra la gripe tipo A, o en que se ha decidido la generalización de la vacuna contra el papiloma humano a toda la población adolescente española. Curiosamente existen datos que apoyan la hipótesis de que la inmunidad de anticuerpos y células- T a la vacuna del papiloma puede verse afectada negativamente por el estrés, pero a pesar de la relevancia de este hallazgo, no parece que se le haya prestado suficiente atención.

Otra consecuencia importante del estrés, la depresión o la ansiedad, y que está siendo estudiada por la psiconeuroinmunología, es el aumento la producción de citocinas inflamatorias, que desempeñan un papel importante en algunas enfermedades relacionadas con la edad avanzada, tales como la artritis reumatoide. Además, parece que los efectos del estrés sostenido no desaparecen con éste, ya que se mantienen a lo largo del tiempo pues debilitan prematuramente al sistema inmunológico. Es decir, no vale eso de “ahora estoy muy estresado en el trabajo, pero es una situación pasajera, dentro de dos o tres años ya estaré mejor”

La psiconeuroinmunología supone también una oportunidad para el trabajo multidisciplinar, ya que algunos datos apuntan también a la existencia de interesantes efectos de interacción, por ejemplo, entre el estrés y la dieta. Así, sabemos que los ácidos grasos poliinsaturados (omega-3), presentes en el pescado o las nueces, disminuyen las citocinas inflamatorias, mientras que los ácidos grasos omega-6, abundantes en los aceites refinados de girasol, la aumentan, de forma que cuanto mayor es la ratio de omega-6/omega-3 consumido por un sujeto mayor es su probabilidad de desarrollar enfermedades inflamatorias. Lo que es menos conocido es que los individuos con una ratio alta a favor del omega-6, incrementan la producción de citocinas en periodos de estrés, o que esa ratio alta está vinculada a síntomas o depresivos. O que los suplementos de omega-3 tienen efectos positivos sobre los procesos inflamatorios, pero también sobre los depresivos.

Otro interesante efecto de interacción relevante para la salud es el que se produce entre algunos agentes tóxicos, como los pesticidas, y el estrés, ya que los efectos adversos de los primeros (asma, cáncer, infecciones virales) son más evidentes entre sujetos sometidos a situaciones estresantes, sobre todo si se trata de niños o ancianos.

En fin, se abre un interesante campo de estudio en el que algunos profesionales de la psicología pueden desempeñar un papel importante en la investigación de los vínculos entre el estrés y los estados emocionales, por una parte, y el funcionamiento de nuestro sistema inmunológico, por la otra. La cosa sin duda promete.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Vuelta al trabajo

Agosto agoniza, y para quienes durante las pasadas semanas hemos estado alejados de nuestras tareas cotidianas ha llegado la hora de la vuelta al trabajo, y del consiguiente síndrome postvacacional. Algunos lectores estarán pensando que ellos no han experimentado nunca tal síndrome, ni siquiera en su mínima expresión, y que en realidad desean comenzar a trabajar. Es posible, y puede que se trate de personas muy afortunadas. Aunque también puede tratarse de personas incapaces de desconectar y de disfrutar de sus vacaciones. La verdad es que no soy un experto en ese tema, y sólo podría hablar del mismo como afectado, no obstante parece claro que un buen consejo para evitarlo es realizar, en la medida de los posible, una transición gradual. Es decir, nada de pasar del asueto absoluto a trabajar 12 horas diarias.



Como considero que el mantenimiento de este blog encaja dentro de los que son mis actividades profesionales ha estado cerrado por vacaciones. Y como mi retorno al trabajo ha comenzado esta semana, es hora de ponerlo de nuevo en marcha. Pero siguiendo el consejo de los expertos, lo haré de una forma gradual, y para ello nada mejor que una entrada ligera con algunas de las imágenes tomadas durante el apasionante viaje a través de Tailandia que he podido disfrutar durante este verano.

Más fotos aquí































sábado, 18 de julio de 2009

Cerrado por vacaciones


Durante las próximas semanas me encontraré viajando por el sudeste asiático, y me temo que no podré antender este blog. Por lo tanto, durante ese periodo permanecerá aún más inactivo de lo que ya estaba. Para terminar este curso repesco una de las primeras entradas con la que inicié mi andadura con esta bitácora. Se trata de una entrada con una temática poco psicológica, ya que es la reseña del libro "El vértigo" de Eugenia Ginsburzg en el que relata su paso por el Gulag soviético durante los años 40 y 50 del pasado siglo. (ver aquí)

miércoles, 8 de julio de 2009

Repescando entradas: La derecha es miedosa



Pues sí, sigo muy liado tratando de terminar el trabajo que aún me resta antes de poder irme de vacaciones. Por lo tanto, tengo poco tiempo para actualizar el blog, lo que me lleva a repescar una vieja entrada.


Creemos que somos de izquierdas o derechas por una elección personal basada en reflexiones profundas, o por la influencia de personas cercanas y significativas, o por intereses más o menos egoistas. Lo que no podíamos pensar que es un asunto que tiene que mucho ver con el funcionamiento de la amígdala y con los mecanismos cerebrales que subyacen al miedo. Vivir para ver.

Aquí puedes encontrar la entrada en la que escribo sobre este tema tan intrigante.

miércoles, 1 de julio de 2009

Dinámica de Sistemas y Psicología Evolutiva.


En 1995, cuando preparé el proyecto docente para concursar a la plaza de profesor titular de universidad, decidí que la dinámica de sistemas y su aplicación a la explicación del desarrollo psicológico fuese uno de los temas centrales de mi proyecto. En aquél momento se trataba de un enfoque bastante novedoso en el terreno de la psicología. Nacido en el campo de la ingeniería a finales de los años 50, sus aplicaciones se ampliaron rápidamente a áreas como la física, la economía, la biología o la química. Se trata de un modelo especialmente útil para explicar el funcionamiento de sistemas complejos, y no cabe duda de que el ser humano y su desarrollo lo son.

A mí me resultó tremendamente interesante ese planteamiento teórico, pero creo que al tribunal que valoró mi proyecto docente no tanto (aunque eso no me impidió obtener la plaza), lo que me llevó a pensar que en aquel momento el terreno no estaba abonado aún para que germinaran esas ideas. Mi vaticinio era que en los próximos años íbamos a asistir a un florecimiento de las aplicaciones de la dinámica de sistemas al estudio del desarrollo humano.

No debo ser un buen profeta, ya que han pasado cerca de 15 años, y la situación no ha cambiado demasiado: algunas investigaciones con ese enfoque, entre las que merecen una mención especial los estudios de Esther Thelen sobre el desarrollo motor en la primera infancia, algunos monográficos en revistas importantes (Developmental Review, British Journal of Developmental Psychology), y un puñado de artículos sueltos.

La dinámica de sistemas ofrece algunos conceptos muy útiles para el psicólogo evolutivo, tales como el de la no linealidad y discontinuidad de los procesos, muy interesante para entender las discontinuidades que tan frecuentemente encontramos en el desarrollo infantil ¡Qué sería de la psicología evolutiva sin la existencia de etapas!

O la idea de la auto-organización, es decir, la asunción de que la evolución de un sistema a lo largo del tiempo no está determinada de antemano, sino que emerge de la cooperación entre distintos elementos o subsistemas que pueden combinarse de formas muy diversas.

O el concepto de estados atractores, que indica una tendencia probabilística a que surjan a lo largo del desarrollo determinados patrones de comportamiento, que sin estar determinados o programados genéticamente resultan bastante estables. Por ejemplo, la permanencia de objeto o la configuración de movimientos que adopta el caminar típico de los seres humanos serían atractores muy estables, cuya estabilidad sólo podría ser alterada por circunstancias especiales.

En fín, la dinámica de sistemas ofrece herramientas muy ínteresantes para comprender y explicar cómo tiene lugar el desarrollo motor, socio-emocional y cognitivo del ser humano, pero parece que tendremos que seguir esperando algunos años más para que este enfoque genere más frutos en nuestro campo.

miércoles, 24 de junio de 2009

¿Para cuándo una entrada sobre la resiliencia?


Eso es lo que se estarán preguntando algunos seguidores de este blog, ya que a pesar de que el concepto de resiliencia es uno de los más “in” en el terreno de la psicología, como indican las numerosas publicaciones que tratan de este asunto, aún no he tratado ni tan siquiera de refilón este tema tan popular.

La resiliencia tiene que ver con las diferentes reacciones individuales antes situaciones traumáticas, y quizá su definición más popular sea la de una adaptación positiva a pesar de experiencias de adversidad o trauma. Es decir, aunque hay una importante evidencia acumulada acerca de los efectos negativos que sobre el ajuste psicológico tienen algunas situaciones tales como la pobreza, la muerte de familiares cercanos, o la depresión materna, muchas personas consiguen atravesar estas adversidades sin sufrir secuelas emocionales. Y no siempre se trataría de una recuperación surgida después de un periodo de sufrimiento psicológico, sino que, en algunos casos, los procesos adaptativos podrían entrar en acción desde el primer momento y estos sujetos resilientes permanecerían en niveles funcionales a pesar de las experiencias adversas.

En realidad creo que merece la pena distinguir entre dos enfoques o acercamientos a este concepto, el europeo y el norteamericano. En el primer caso, representado por autores de la escuela francesa como Boris Cyrulnik, la resiliencia puede entenderse como un crecimiento personal surgido a raíz de una experiencia traumática. En esta acepción, quizá la más popularizada, muchos sujetos no sólo no experimentarían daño emocional sino que conseguirían salir fortalecidos de una situación vital estresante, siendo el crecimiento postraumático el rasgo más característico de la resiliencia. Algunos autores han dividido en tres categorías este crecimiento personal: cambios en uno mismo (aumento de la confianza y seguridad en la capacidad para enfrentarse a situaciones difíciles); cambios en las relaciones interpersonales o fortalecimiento de los vínculos con otras personas a partir de la adversidad; y cambios en la filosofía de vida o en las ideas sobre las que se construye la forma de entender el mundo.

La segunda acepción de este concepto suele estar presente en la psicología norteamericana, y tiene un significado similar al de los factores de protección o invulnerabilidad. Se trataría de la idea observada en muchos casos de que no todos los sujetos que atraviesan una situación traumática experimentan daños psicológicos ya que algunos consiguen mantener un buen ajuste emocional, aunque en este caso no es necesario que exista crecimiento personal.

Aunque podríamos pensar que lo que caracteriza a estos sujetos resilientes son ciertos rasgos personales, tales como como una elevada autoestima o una visión optimista de la vida –algo que es cierto-, los factores que determinan la resistencia o incluso el crecimiento personal ante la adversidad no siempre se sitúan en el propio sujeto. En muchos casos se trata de factores externos, como el apoyo parental, una sólida relación de pareja o las relaciones emocionales estrechas con los amigos.

En definitiva, el concepto de resiliencia puede situarse en el ámbito de la Psicología Positiva, y pone de manifiesto que las personas tienen una enorme capacidad adaptativa, y que la falta de duelo o sufrimiento personal tras una experiencia traumática, como la muerte de un familiar, no indica insensibilidad o desajuste emocional sino más bien todo lo contrario, una actitud saludable y positiva ante la vida.

viernes, 19 de junio de 2009

Repescando entradas: El cerebro femenino


Estamos a final de curso, y entre el trabajo atrasado, los exámenes y los fines de semana en busca de algo de frescor playero, queda poco tiempo para mantener un adecuado ritmo de entradas en el blog. Algunos pensaran que tengo mucho morro, pero como lo del blog es una diversión y tampoco se trata de estresarse, voy a repescar algunas de las entradas antiguas que considero interesantes o divertidas. Prometo no abusar.
Comienzo con ésta sobre el cerebro de la mujer, y lo que podría considerarse un nuevo femenismo de nuevo cuño, que en lugar de abogar por la igualdad marca las diferencias entre hombre y mujer para acentuar la superioridad femenina (aquí).

martes, 16 de junio de 2009

La felicidad infantil y la escuela


Hoy se ha presentado un estudio dirigido por Gonzalo Jover, catedrático de pedagogía de la Universidad Complutense de Madrid acerca de la felicidad de los niños y niñas españoles. Lo que he leído en algunas de las informaciones aparecidas en diversos medios de comunicación no me permite sacar una conclusión definitiva acerca del estudio, aunque me parece que, a pesar de su repercusión mediática, se trata de un trabajo modesto. Sin embargo, me ha interesado leer cómo el punto de partida de este estudio es un reciente informe de UNICEF sobre las condiciones de vida de la infancia en países económicamente avanzados. Según este informe, los niños españoles son los más felices sólo por detrás de los de los Países Bajos. Este dato no hace sino confirmar la segunda posición en el ranking mundial elaborado por la ONG Save the Children para evaluar el bienestar de la infancia en 137 países (Child Development Index- ver aquí).

Estos resultados me llevan a pensar que a pesar de los resultados no demasiado favorables del informe PISA, podemos presumir del buen nivel que nuestros niños y niñas alcanzan en indicadores tan importantes, como son estos referidos al nivel de bienestar y felicidad. Si estos datos los unimos a los que indican que, a pesar de sus buenos resultados en el informe PISA, los adolescentes finlandeses muestran unas tasas de suicidio muy elevadas, tenemos que pensar que la realidad es más compleja de lo que parece a primera vista, y que ni nuestro sistema educativo es tan desastroso, como a veces se nos quiere hacer ver, ni en Finlandia es oro todo lo que reluce.
Es cierto que los niveles de felicidad de los niños no dependen de forma exclusiva de lo que ocurre entre los muros del colegio, puesto que la familia contribuye de forma fundamental al bienestar infantil, y tanto la felicidad española como la infelicidad finlandesa, puede depender de muchos factores ajenos a la escuela. Así, el estudio presentado hoy encuentra que los niños identifican la felicidad sobre todo con una vida familiar plena y con tener amigos. Pero también habrá que reconocer que el rendimiento escolar se ve influido por variables extra-escolares.

Pero centrándonos en la responsabilidad que el sistema educativo puede tener sobre ambos aspectos, rendimiento académico y felicidad personal, hay que decir que la escuela debería fijarse entre sus objetivos la promoción de estas dos dimensiones, y no centrarse de forma exclusiva en lo académico. Lograr un equilibrio entre ambos no es una tarea sencilla, y aunque no es un debate nuevo, no debemos olvidar que la escuela también debe contribuir de forma decisiva al desarrollo socio-emocional de niños y adolescentes. Ya sé que a algunos lenguaraces, con poca experiencia y formación en estos asuntos pero que tratan de sentar cátedra desde su ignorancia, esto le parecerá una auténtica gilipollez, pero en mi opinión una sociedad sana no sólo necesita de niños y adolescentes con conocimientos de lengua y matemáticas, sino de ciudadanos felices y satisfechos que puedan contribuir al desarrollo de la sociedad en la que viven.

martes, 9 de junio de 2009

La infancia en fotos

Muchas de las entradas de este blog tienen a la infancia como motivo principal, esta también. Sin embargo, en este post voy a escribir poco y voy a dejar que hablen por sí solas una serie de imágenes que muestran a niños y niñas de distintos países a lo largo del último siglo. Son instantáneas tomadas por algunos de los mejores fotógrafos que hemos tenido, como Robert Doisneau, David Seymour, W. Eugene Smith o Sebastiao Salgado. Estas fotografías nos suscitan emociones ambivalentes y nos revelan que la historia de la infancia oscila entre momentos de enorme felicidad y de mucho sufrimiento, y es que la algunas de estas fotos nos permiten asomarnos a historias muy desgraciadas que nos hacen sentir vergüenza por la comodidad y la opulencia de la vida de nuestros hijos.







sábado, 6 de junio de 2009

Exposición a los media y problemas en la infancia y adolescencia



Tengo que reconocer que a veces siento unas enormes ganas de darle toda la razón a quienes, como Steve Pinker y Judith Harris, piensan que los padres ejercen una escasa influencia sobre las características psicológicas y conductuales de sus hijos. El motivo no es otro que la enorme cantidad de amenazas que se ciernen sobre niños y adolescentes, según los profesionales de la psicología nos encargamos de inventariar: el consumo de drogas, la violencia, la comida basura, el sexo, los videojuegos, la televisión…Entiendo que muchos padres y madres se sientan totalmente abrumados ante tantas amenazas y no sepan cómo defender a sus retoños, y también comprendo que algunos empiecen a estar hasta las narices de tanto psicólogo agorero y abracen ideas innatistas que les liberen de tanta responsabilidad:”Si depende de los genes no tendré que preocuparme tanto de cómo proceder con mis hijos”

Y comento lo anterior porque leo en ScienceDaily la reseña de un artículo publicado en JAMA sobre cómo la facilidad de acceso a los media aumenta el riesgo para desarrollar numerosos problemas de salud. En ese artículo el profesor de la Universidad de Nuevo Mexico, Victor C. Strasburger, explica cómo cada vez es más frecuente que los niños tengan un fácil acceso a videojuegos, Internet, DVDs y televisión, ya que cada vez es mayor el número de menores que disponen de estos aparatos en su propia habitación y que pasan más de 6 horas diarias en contacto con estos divertimentos de nueva generación.

El problema, según argumenta el doctor Strasburger, es que hay una clara evidencia empírica acerca de la influencia que el acceso a los media tiene sobre muchos trastornos propios de la infancia y adolescencia. Por ejemplo, la relación entre el consumo de televisión o videojuegos y la conducta agresiva está muy bien documentada. Aunque habría que precisar que esta relación se da sólo cuando el contenido de juegos y programas es violento. También se apuntan en el artículo otros riesgos como la influencia que el visionado de escenas de cine o televisión en las que se consume tabaco u otras drogas tiene sobre la iniciación en este hábito. Lo mismo puede decirse del sexo. O cómo los trastornos de la alimentación han aumentado de forma dramática en algunos países como consecuencia de la introducción de series americanas en la programación de TV. O la relación entre la obesidad y los anuncios sobre comida basura que asaltan la tranquilidad de nuestro salón.

En fin, un buen ramillete de amenazas que penetran en nuestro hogar a través de los canales más variados, y que supone que madres y padres tengamos que supervisar de cerca muchas de las actividades que nuestros hijos realizan en su tiempo de ocio.

La verdad es que no sé cómo tranquilizar a cualquier padre inquieto ante tanto peligro potencial, puesto que la evidencia apuntada por Strasburger parece inapelable. No obstante, creo que a veces a muchos psicólogos y educadores se nos va la mano en esa apelación que hacemos a la importancia de la supervisión parental. O si no juzguen ustedes mismos echándole un vistazo al artículo en ScienceDaily (aquí), seguro que notan como empiezan a temblarles las piernas según avanza la lectura.

martes, 2 de junio de 2009

Genes y redes sociales


Hay que reconocer que los estudios de los profesores James Fowler y Nicholas Christakis, de las universidades de San Diego y Harvard respectivamente, no dejan indiferente. En una entrada anterior nos referimos a sus hallazgos sobre como se contagia la felicidad (ver aquí), aunque también son conocidos sus investigaciones sobre como se propagan a través de las redes sociales la obesidad o el tabaquismo. Ahora muestran en un nuevo estudio que la facilidad para hacer amigos y construir redes sociales amplias está influida por factores genéticos.

El diseño utilizado por Fowler y Christakis es uno de los más empleados en el campo de la genética de la conducta, el estudio de gemelos. Se trata de un método clásico que ya fue empleado por Galton en 1876, y que consiste en la comparación del parecido entre gemelos idénticos o univitelinos y gemelos distintos o bivitelinos. Ambos tipos de gemelos nacen en el mismo momento y suelen compartir experiencias prenatales y familiares, sin embargo, mientras que los primeros son genéticamente iguales, los segundos comparten aproximadamente un 50% de sus genes. Cabe esperar que si la herencia genética afecta a una determinada característica o rasgo conductual o psicológico los gemelos idénticos se parecerán más entre sí que los distintos. Es decir, la mayor similitud de los primeros no sólo será física.

Pues bien, el estudio, realizado sobre 1100 parejas de gemelos adolescentes, encontró que los gemelos idénticos tienden a ocupar posiciones similares en las redes sociales, algo que no ocurre con los gemelos fraternos. Así, los profesores diferencian entre dos tipos de sujetos, a grandes rasgos, aquellos que tienden a mostrar una gran sociabilidad y a situarse en el centro de amplias redes sociales (sujetos eje), y quienes, por el contrario se muestran menos sociables y son menos populares (sujetos periferia). Pues bien, el ser eje o periferia es algo que parece venir en nuestros genes. Entiendo que algunos lectores que hayan invertido una gran cantidad de dinero en que su psicoanalista descubra cuáles son las raíces de su introversión o timidez se sentirán incómodos ante estos datos. No obstante, pueden ver el lado positivo del asunto: aún están a tiempo de ahorrarse mucho dinero.

Hay un aspecto de estos resultados que requieren de explicación, ¿si la capacidad de construir redes sociales tiene un evidente valor adaptativo y contribuye a la supervivencia del individuo y de sus genes (proporcionando protección, información, recursos), cómo es que este rasgo no ha sido seleccionado y existen tantas diferencias individuales?

La respuesta la proporcionan los mismos investigadores cuando explican que la sociabilidad no siempre tiene que ser adaptativa, ya que su valor para la supervivencia dependerá de factores contextuales. Por ejemplo, ante una epidemia o pandemia, es evidente que aquellos sujetos que se mantengan en la periferia de las redes sociales tendrán menos probabilidad de contagiarse (Estoy seguro de que el lector atento encontrará más situaciones en las que la introversión puede venir muy bien: más tiempo para leer, para arreglar el jardín…). Ello explicaría el mantenimiento de esos rasgos conductuales, aparentemente desadaptativos.

Para terminar, me gustaría hacer referencia a las habilidades de Fowler y Christakis para vender su producto, a pesar de que estos afamados investigadores no aportan nada nuevo acerca de los procesos psicológicos que median la relación entre genes y construcción de redes sociales. Hace más de 20 años que existen datos que indicaban una heredabilidad importante de rasgos como la sociabilidad y la introversión, sin embargo, ningún estudio previo había tenido tanto impacto en los medios de comunicación. Debe ser que estos investigadores son sujetos ejes y los anteriores eran sujetos periferia.

¿No será que Fowler se asemeja a alguien famoso?


James Fowler ............................................. Kevin Spacey

jueves, 28 de mayo de 2009

Activos para el desarrollo adolescente



En varias entradas anteriores me he referido a la visión excesivamente dramática de la adolescencia y a las consecuencias que se derivan de esa tendencia a ver siempre el vaso medio vacío. Una de esas consecuencias es el fomento de un modelo de intervención centrado en el déficit, de características similares al modelo médico tradicional, y que considera que la ausencia de problemas es un buen indicador de un desarrollo adolescente saludable. Así, el vocabulario que suele usarse para hablar de desarrollo y salud adolescente está plagado de términos que indican la no existencia de trastornos o conductas de riesgo. Así, un chico o una chica saludable es aquél que no consume drogas o alcohol, y no se implica en actividades antisociales o en prácticas sexuales sin protección

Este vocabulario es fiel reflejo de ese modelo o paradigma centrado en el déficit, los riesgos, la patología y sus síntomas, y con escasísimas referencias a competencias, optimismo, expectativas de futuro o relaciones significativas. Así, de acuerdo con este paradigma, la investigación se dirige a denominar, contar y reducir la incidencia de los riesgos y las conductas poco saludables, y el desarrollo juvenil positivo es considerado como la ausencia de conductas negativas o problemáticas. Esto lleva a un mayor seguimiento de las conductas negativas que de las positivas y a un menor interés, con la consiguiente menor inversión de recursos, en el estudio y la promoción de comportamientos positivos.

Si el modelo del déficit está centrado en identificar los problemas y desajustes, el modelo del Desarrollo Positivo Adolescente (ver aquí), además de definir las competencias que configuran un desarrollo saludable, lleva asociado el concepto de recursos o activos para el desarrollo (developmental assets). Este concepto fue propuesto por el Search Institute (Scales y Leffert, 1999), y se refiere a los recursos personales, familiares, escolares o comunitarios que proporcionan el apoyo y las experiencias necesarios para la promoción del desarrollo positivo durante la adolescencia.

En los modelos centrados en el déficit se habla de factores de riesgo, que son aquellas circunstancias que hacen más probable la aparición de un trastorno o enfermedad, por lo que su ausencia contribuye a mejorar la salud. Sin embargo, la ausencia de un factor de riesgo no tiene porque llevar a la promoción de la competencia del sujeto. Igualmente, un factor de protección, aunque evita el surgimiento de la patología tampoco implica un mejor desarrollo positivo. Sin embargo, los activos sí son factores que promueven la competencia, el desarrollo y la salud de las personas.

La propuesta del Search Institute incluye un total de 40 recursos o activos, 20 de estos recursos son externos y se refieren a características de la familia, la escuela o la comunidad en la que vive el adolescente, como la existencia de apoyo y límites, la seguridad, la presencia de modelos adultos positivos o la influencia positiva del grupo de iguales. Otros 20 recursos son internos, es decir son características psicológicas o comportamentales del adolescente, como, por ejemplo, una alta autoestima, la responsabilidad personal, las expectativas de futuro o la capacidad para tomar decisiones.

En la actualidad estamos comenzando a analizar los datos de un estudio en el que hemos partido de este modelo, y en el que intentamos conocer cuáles son los activos más importantes para la promoción del desarrollo adolescente. Haste el próximo otoño no tendremos los resultados, pero mientras tanto podéis encontrar un avance del modelo aquí:

Oliva, A., Hernando, A., Parra, A., Pertegal, M. A., Ríos, M. y Antolín, L. (2008). La promoción del desarrollo adolescente: Recursos y estrategias de intervención. Sevilla: Consejería de Salud de la Junta de Andalucía . (descargar aquí).