miércoles, 28 de octubre de 2009

Consejos para padres de adolescentes: Poniendo límites


En muchas ocasiones, con la llegada de la adolescencia muchos padres y madres tienden a relajar el control sobre sus hijos, porque consideran que éste ya no es tan necesario como cuando eran más pequeños. Sin embargo, al igual que el afecto, el establecimiento de límites continúa siendo muy importante durante la adolescencia, y cuando estos faltan es muy probable que chicos y chicas se sientan desorientados y piensen que sus padres ya no se interesan por ellos. Por otra parte, la ausencia de control, de normas y límites, está muy relacionada con la aparición de algunos problemas de conducta, como los comportamientos antisociales y delictivos o el consumo abusivo de drogas y alcohol. A continuación se ofrecen algunas sugerencias en relación con las normas y límites.



  • Los límites deben ser claros, razonados y justificados. Es muy importante que no impongamos de forma autoritaria los límites y normas que han de regular la vida familiar y el comportamiento de nuestros hijos, tanto en casa como fuera de ella. Hay que hablar con ellos, conocer su punto de vista, explicarles los motivos de una determinada norma, y cambiarla cuando nos convenzan de que es injusta. Implicar a nuestros hijos en la toma de decisiones con respecto a los límites no significa que abandonemos la autoridad parental, sino que será una manera de reconocer que están creciendo y madurando y que tienen derecho a participar en las decisiones que les afectan.


  • Debemos ser flexibles. Hay que ir ajustando las normas y límites a las nuevas necesidades y capacidades de nuestros hijos a medida que van haciéndose mayores. Los límites necesarios para un niño o niña de 10 años, no deben ser los mismos que para un adolescente de 13, y menos aún si tiene 15. El control excesivo es tan perjudicial como su ausencia, por lo que tendremos que concederles de forma gradual más libertad para actuar y tomar decisiones.


  • Debemos ser coherentes y consistentes en cuanto a los límites establecidos. En determinadas ocasiones nos sentimos abrumados o cansados y podemos permitir algunos comportamientos en nuestros hijos que en otro momento no toleraríamos. Pero es importante que mantengamos las normas y los límites, y las sanciones ante su incumplimiento, independientemente de nuestro estado de ánimo. También es importante que exista acuerdo entre los padres a la hora de poner límites y castigos. Aunque en algunas ocasiones no estemos de acuerdo con nuestra pareja, debemos procurar resolver nuestras discrepancias en privado y mostrar una misma opinión ante nuestros hijos.


  • Si las normas no se cumplen, hay que sancionar. En primer lugar, es conveniente mantener la calma y no reaccionar de una forma demasiado emocional. Después deberemos escuchar tranquilamente la justificación que nuestro hijo nos da. Por último, habrá veces en las que será conveniente sancionar su conducta. Es importante que el chico o la chica tenga claro que es su comportamiento y no a él lo que rechazamos. No obstante, puede haber alternativas al castigo, como hacerles ver lo decepcionados que estamos por su comportamiento o la falta de confianza que tendremos hacia ellos. Otra posibilidad es no sancionarlos y dejar que experimenten las consecuencias de sus errores, por ejemplo un suspenso les obligara a estudiar o una resaca les hará sufrir los efectos del abuso de alcohol.

domingo, 18 de octubre de 2009

Adolescentes y nuevas tecnologías


Ayer tuve la oportunidad de moderar una mesa redonda centrada en el papel de las nuevas tecnologías en la vida de niños y adolescentes. Supongo que la mayoría de asistentes saldrían del acto con algo de miedo en el cuerpo, y preocupados por los muchos riesgos que acechan a nuestros menores, ya que con frecuencia se cargan las tintas con mucho dramatismo. Este asunto de la influencia que las nuevas tecnologías tienen sobre la vida los adolescentes se sitúa en la encrucijada entre dos visiones sensacionalistas y estereotipadas. Por un parte, la visión negativa de la ciencia y la tecnología que podemos encontrar en la literatura y en el cine, que tiende a presentar al científico como a un loco que osa desafiar las leyes de la naturaleza (Frankestein) y a la tecnología como una amenaza para el hombre (Tiempos Modernos, Blade Runner). Por otra parte, la imagen dramática y sensacionalista del adolescente como conflictivo, irresponsable y antisocial, que suelen divulgar los medios de comunicación y que ya hemos comentado en una entrada anterior (ver aquí).

No es extraño que de la confluencia de ambos tópicos, surja una visión excesivamente sesgada hacia los peligros y amenazas de estas nuevas tecnologías, y que suscite una gran preocupación social, si tenemos en cuenta el uso cada vez mayor que los jóvenes hacen de ellas. En estos casos, lo mejor es echar mano a la evidencia empírica y ver que nos dice. Sobre este tema la práctica totalidad de la investigación se basa en estudios correlacionales, por lo que hablar de causalidad es arriesgado. Así, por ejemplo, es complicado saber si la asociación entre conducta agresiva y videojuegos violentos se debe a la influencia perniciosa de estos, o al hecho de que los sujetos agresivos muestren una mayor preferencia por los videojuegos violentos.

A pesar de estas limitaciones en la investigación, hay algunos datos interesantes Así, una reciente revisión vincula el uso de videojuegos con una mayor cognición espacial y visual, probablemente porque estimula la percepción visual y la planificación y el desarrollo de estrategias. Otro dato curioso es la relación positiva encontrada entre el uso de ordenador personal en casa y el rendimiento escolar, siendo también más elevado el porcentaje de chicos y chicas que repiten curso entre quienes no tienen ordenador en casa. También podemos pensar, en la influencia favorable que puede esperarse del uso de Internet para buscar información, o del mantenimiento de blogs, actividad muy frecuente entre quienes tienen menos de 25 años. En estos blogs, jóvenes y adolescentes expresan sus sentimientos e inquietudes, sus problemas relacionales y sus dudas y reflexiones acerca de asuntos sentimentales, lo que puede servirles para mejorar su capacidad para expresarse por escrito, y para avanzar en el logro de su identidad personal. Es decir, cumplirían una función parecida a la de los diarios personales.

Estos resultados no deben llevarnos a la despreocupación total sobre los riesgos de la excesiva dedicación a las nuevas tecnologías. Quizá uno de los peligros más evidentes derivado de su uso es la posibilidad de generar una adicción que lleven a un uso excesivo, lo que puede apartar al chico o chica de otro tipo de actividades tan o más saludables. Esta adicción es más probable en el adolescente que en el adulto debido a que su corteza prefrontal se encuentra aún inmadura (aquí). Tampoco hay que olvidar que el consumo de muchas de estas nuevas tecnologías (TV, videojuegos, Internet) generan un excesivo sedentarismo que acerca al joven a la obesidad. En fin, mientras tenemos datos más concluyentes es recomendable tener una actitud de cautela con respecto a su uso por los menores, evitando que hagan un consumo excesivo, supervisando su utilización y ofreciéndoles alternativas de ocio.

jueves, 8 de octubre de 2009

Algo que los padres y madres de adolescentes deben conocer: una nueva forma de pensar


La adolescencia es una etapa en la que se producen muchos cambios físicos y psicológicos, y uno de los más llamativos tiene que ver con la capacidad para pensar y razonar, que experimenta un avance muy significativo, como habrá comprobado todo padre o madre que tenga hijos adolescentes. A partir de los 13 ó 14 años surge una forma más compleja de pensar sobre la realidad que permite al adolescente razonar sobre situaciones posibles o hipotéticas, aunque no existan, y darse cuenta de que la realidad, lo existente, es sólo una pequeña parte de lo posible. Los niños y niñas más pequeños tienden a pensar que las cosas no pueden ser de forma diferente a como son. En cambio, a partir de la adolescencia van a desarrollar una mejor comprensión de las ideas sociales y políticas, y serán capaces de pensar que la familia, la escuela o incluso la sociedad en que viven podrían ser diferentes, y por tanto, se podrían cambiar (Por ejemplo: “mis padres podrían ser mucho más enrollados” “la sociedad debería ser más justa y evitar la pobreza”). Esta manera más compleja de pensar llevará a muchos adolescentes a mostrarse más críticos con las normas y regulaciones familiares y escolares, y más rebeldes con las personas adultas más cercanas, es decir con padres y profesores, lo que en muchos casos podrá ser una fuente inagotable de conflictos. Además, estas nuevas capacidades intelectuales les permitirán emplear en sus discusiones argumentos cada vez más sólidos y convincentes, lo que puede pillar por sorpresa a muchos padres y madres y generarles mucha irritación.

En este momento los jóvenes tienen más capacidad para pensar sobre su propio pensamiento y sobre el pensamiento de los demás, lo que a veces puede provocar dificultades a la hora de diferenciar ambas perspectivas y originar fenómenos como la audiencia imaginaria y la fábula personal. Con la audiencia imaginaria el adolescente piensa que es el centro de atención de cualquiera que se cruce en su camino. Todos están pendientes de cómo se viste y de las cosas que hace o dice, y por ello no debe resultarnos extraño que en estos años aumente la timidez Por otro lado, la fábula personal le lleva a considerar que su vida es única y muy diferente a las de los demás. Lo que le ocurre a él nadie lo ha experimentado antes, y las cosas que le suceden a otros (accidentes, embarazos no deseados) no le pasarán nunca a él, aunque asuma ciertos riesgos. Es como si creyese que él dispone de una protección especial que le hace invulnerable e inmortal.
Afortunadamente estos primeros titubeos en el manejo del pensamiento formal o abstracto, que es como se denomina a esta nueva forma de razonar, serán relativamente pasajeros, y en pocos años chicos y chicas se habrán consolidado en el manejo de esta nueva herramienta cognitiva.