sábado, 26 de diciembre de 2009

Sobre la eficacia del sistema educativo


El debate acerca de la capacidad del sistema educativo para llevar a cabo su función traspasa las fronteras del ámbito estrictamente profesional, y con frecuencia personas ajenas al mundo de la educación opinan acerca de los males que le aquejan y las soluciones necesarias. No es que me parezca mal este debate, todo el mundo está en su derecho de expresar su opinión sobre un asunto de tanta relevancia social, aunque en muchas ocasiones nos encontremos ante argumentos simplistas y demasiado ideologizados que ignoran la complejidad del hecho educativo (ver aquí). Por eso, son muy de agradecer los trabajos que con acercamientos empíricos tratan de arrojar luz acerca de los factores que hacen que la escuela cumpla de forma más eficaz la función social que tiene encomendada. La revista Perspectives on Psychological Science acaba de publicar un artículo en el que los profesores Rindermann y Ceci analizan los elementos de la política educativa de distintos países que influyen sobre la competencia cognitiva del alumnado.

Hay que aclarar que el objetivo de la escuela no es sólo fomentar esta competencia cognitiva, que además está determinada por muchos otros factores (genéticos, familiares, socio-culturales), pero podemos estar de acuerdo en que éste es un objetivo muy relevante.

El trabajo realizado por estos investigadores se basó en los datos de diversos estudios internacionales (PISA, TIMSS, PIRLS) que suelen llevarse a cabo en un amplio número de países, y consistió en comparar 16 atributos del sistema educativo que estudios anteriores habían encontrado relacionados con el rendimiento del alumnado: se trataba de comprobar cuáles de estos atributos ayudaban a explicar las diferencias internacionales en la competencia cognitiva de niños y adolescentes. Los resultados del estudio señalaron la importancia de algunos factores tales como:

- El número de niños escolarizados en educación infantil y el inicio precoz de la misma.
- El gasto en educación por alumno.
- La cantidad de instrucción, es decir, el número de horas que los alumnos pasan en clase a lo largo del años académico.
- Baja ratio profesor-alumno y clases poco numerosas.
- Asistencia a escuelas complementarias o de apoyo (cram schools).
- Las tasas bajas de absentismo, abandono escolar, y problemas de disciplina en las aulas.
- Las tasas bajas de alumnos que repiten curso.
- La utilización de pruebas o exámenes objetivos y centralizados, tanto en las escuelas primarias y secundarias como en el acceso a la universidad.
- La diferenciación temprana del alumnado en función de sus habilidades o intereses (early tracking).

Otras variables, tales como la proporción de inmigrantes en las aulas, el interés por la lectura o la cantidad de tareas escolares realizadas en casa no mostraron relación con los logros en competencia académica.

Estos resultados ofrecen interesantes sugerencias sobre política educativa, como que la mejor fórmula para aumentar la competencia cognitiva de la población, y mejorar así su calidad de vida, es invertir en educación infantil, probablemente porque la mayor plasticidad cerebral durante los años preescolares hace que los niños se beneficien mucho de una estimulación rica a esas edades, lo que influye en la mayor adaptación escolar en los años posteriores, disminuyendo las tasas de fracaso escolar, y mejorando el clima en las aulas. En fin, un interesante estudio, mucho más valioso que las opiniones y elucubraciones de muchos de nosotros.

Alfredo Oliva

Rindermann, H. & Ceci, Stephen (2009). Educactional Policy and Country Outcomes in International Cognitive Competence Studies. Perspectives on Psychological Science, 4 (6), 551-577

sábado, 19 de diciembre de 2009

Sexo, mentiras y esperanza de vida


Llevaba unos días pensando que estaba haciendo méritos sobrados para alargar mi vida, después de escuchar en la radio los resultados de un estudio llevado a cabo en la Universidad de Frankfurt. Según los datos obtenidos en una investigación dirigida por el doctor en gerontología Karen Weatherby, aquellos hombres que miran el pecho de las mujeres durante unos diez minutos diarios aumentan su esperanza de vida en un promedio de 5 años. El hallazgo había sido recibido con alborozo por muchos varones heterosexuales y por algunas mujeres bien dotadas, y supongo que también por las clínicas de cirugía estética.

El estudio, aparentemente publicado en New England Journal of Medicine, ha tenido mucha repercusión en la blogosfera y en algunos medios de comunicación. Así, en algunas páginas web puede leerse que la muestra estuvo formada por 200 varones (supongo que heterosexuales) que se dividió en dos grupos, uno al que se pidió que fuese generoso a la hora de mirar esos atributos femeninos, y otro grupo al que se le impidió. No encuentro información acerca de cómo consiguieron los investigadores apartar a los participantes de esa barata diversión, aunque sí se detalla en algunas webs que el grupo de “observadores” ya mostró a los cinco meses una menor frecuencia cardiaca, niveles más bajos de tensión arterial, y una mejor circulación sanguínea. Así, el doctor Weatherby afirma que la excitación sexual provocada por esos diez minutos diarios de entretenimiento visual más eficaces que 30 minutos de ejercicio aeróbico para reducir el riesgo de problemas cardiovasculares.

Teniendo en cuenta que últimamente tengo cierta tendencia a la hipertensión generada por el estrés, ya había pensado cambiar la lectura que realizo mientras hago bicicleta estática en el gimnasio por el voyeurismo. De esa forma conseguiría aumentar los beneficios cardiovasculares del ejercicio aeróbico que realizo diariamente.

Para informarme mejor del estudio decidí buscar el artículo publicado por el investigador de la universidad alemana. Para mi sorpresa no encontré en New England Journal of Medicine, ningún trabajo del doctor Weatherby. Tampoco la búsqueda en Medline arrojó ningún resultado positivo. Sin embargo, sí encontré un artículo publicado el 21 de marzo de 2000 en el tabloide Weekly World News que hacía referencia al mismo estudio, aunque en esta ocasión se atribuía la investigación al doctor Franz Epping. La cosa parece estar clara: el estudio no existe, y se trata sólo de un bulo que tiene su origen en un tablodie, que ha encontrado una amplia difusión en la Red y que ha tenido eco en algunos medios de comunicación.

Aunque la blogosfera se ha convertido en una importante fuente de información y un medio muy apropiado para divulgar conocimiento, este asunto pone de manifiesto que hay que tener cuidado antes de dar por veraces muchas de las informaciones encontradas en blogs y páginas web. Por ahora, las revistas académicas son la fuente más fiable de información sobre asuntos científicos aunque, como demostró el travieso Alan Sokal, tampoco están totalmente exentas de bulos (ver aquí).
Alfredo Oliva

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Discusiones entre padres e hijos en la adolescencia


La adolescencia temprana es un momento en el que las relaciones parento-filiales suelen complicarse, de manera que incluso en las familias en las que la armonía entre padres e hijos era la norma pueden aparecer conflictos frecuentes. Las razones de esta zozobra de la tranquilidad en el hogar son variadas, pero suelen estar relacionadas con los cambios que atraviesan los chicos y chicas y sus progenitores. En primer lugar habría que destacar los cambios hormonales propios de la pubertad, que suelen tener consecuencias sobre los estados emocionales del adolescente y repercuten de forma negativa en sus relaciones con quienes les rodean. Además, el aumento del deseo y de la actividad sexual que conllevan estos cambios hormonales puede inclinar a los padres a mostrarse más restrictivos y controladores con respecto a las salidas y amistades del chico y, sobre todo, de la chica adolescente, en un momento en el que estos buscan una mayor autonomía, con lo que los enfrentamientos serán más frecuentes. Igualmente, resulta obligado señalar los cambios que tienen lugar a nivel cognitivo como consecuencia del desarrollo del pensamiento operatorio formal, que llevará a chicos y chicas a mostrarse más críticos con las normas y regulaciones familiares y a desafiar a la autoridad parental. Incluso serán capaces de presentar argumentos más sólidos en sus discusiones, llevando en muchas ocasiones a que sus padres se irriten y pierdan el control.

Otro elemento a tener en cuenta es la clara desidealización de las figuras materna y paterna que se va a producir, de forma que la imagen parental cercana a la perfección propia de la infancia será sustituida por otra mucho más realista. Esta desidealización suele favorecer la desvinculación emocional necesaria en esta etapa para que chicos y chicas vayan ganando autonomía personal. No es necesario recurrir al complejo de Edipo para entender que el niño y la niña tienen que “desenamorarse” de sus padres, y para esta faena nada mejor que comenzar a buscarles defectos y comprender que eran ídolos con pies de barro.

Finalmente, es importante destacar el aumento del tiempo que pasan con el grupo de iguales que va a permitir al adolescente una mayor experiencia en relaciones simétricas o igualitarias con toma de decisiones compartidas, y que le llevarán a desear un tipo de relación similar en su familia, lo que no siempre será aceptado de buen grado por unos padres que se resisten a perder autoridad. Por otra parte, en periodos de rápidos cambios evolutivos como la transición a la adolescencia, las expectativas de los padres con respecto al comportamiento de sus hijos son violadas con frecuencia, lo que causará conflictos y malestar emocional.

Aunque las transformaciones más relevantes tienen lugar en el adolescente, sus padres también están sujetos a cambios, y la pubertad de los hijos suele coincidir con la etapa de los 40-45 años de los padres. Este periodo, denominado por algunos autores crisis de la mitad de la vida, ha sido considerado como un momento difícil y de cambios significativos para muchos adultos, lo que podría suponer una dificultad añadida a las relaciones entre padres e hijos durante la adolescencia. Por lo tanto, la llegada de la adolescencia es un momento del ciclo familiar en el que coinciden dos importantes transiciones evolutivas, una en el hijo y otra en sus padres, lo que forzosamente contribuirá a enrarecer el clima familiar.

Lo mejor de todo es que estos momentos difíciles no suelen durar mucho y en poco tiempo, y contando con la compresión y flexibilidad parental, las aguas volverán a su cauce y la dinámica familiar habrá entrado en una nueva etapa que puede ser tan gratificante como las anteriores. Es más, puede decirse que estos conflictos y discusiones son necesarios para que tenga lugar un reajuste de las relaciones familiares en el que los padres tengan en cuenta las nuevas necesidades de sus hijos. Eso podría explicar que en un estudio longitudinal en el que hemos seguido a un grupo de 100 adolescentes desde los 13 hasta lo 23 años, aquellos adolescentes que declararon tener más conflictos con sus padres a los 13 años fueron quienes mostraron un mejor ajuste psicológico al final de la adolescencia. Estos enfrentamientos parecían haberles servido para ayudarles a madurar.