martes, 29 de junio de 2010

Procrastinación: No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.


Llevaba tiempo queriendo dedicarle una entrada a la procrastinación, pero lo he ido dejando y dejando…Como muchos lectores sabrán, la procrastinación es la tendencia a dejar para mañana lo que bien podríamos hacer hoy, es decir, a postergar algunas tareas que nos resultan complejas o insatisfactorias y sustituirlas por otras más agradables y cómodas.
Quienes entienden de estas cosas opinan que la procrastinación patológica está causada por la ansiedad que nos genera el tener que hacer frente a una tarea que exige un gran esfuerzo, probablemente por un perfeccionismo extremo que genera un gran miedo al fracaso. También parece relacionada con trastornos en el autocontrol. En cualquier caso, y sin llegar a extremos patológicos, todos somos en alguna medida procrastinadores, y en estos tiempos en los que no hace falta levantar el culo del asiento para dejar de lado nuestras obligaciones y navegar a mundos virtuales más relajados y placenteros, me temo que esta tendencia anda al alza.

El motivo de esta entrada es un reciente estudio realizado sobre 119 estudiantes universitarios –entre los que resulta fácil encontrar expertos procrastinadores- en el que se analizó la relación entre la tendencia a demorar las tareas y la mayor o menor proclividad a perdonarse a sí mismos por dichas falta de cumplimiento. Bien es sabido que cuando no somos cumplidores tendemos a culparnos y flagelarnos por este incumplimiento –con la excepción de los carpinteros que deben estar hechos de otra pasta, o madera-, y que este sentimiento de culpa puede llegar a bloquearnos, con lo que la procrastinación aumenta. Los autores del estudio plantearon la hipótesis de que el acto de perdonarse a uno mismo por el retraso en las obligaciones podría reducir el malestar generado por la culpa, y motivar al sujeto a llevar a cabo un cambio comportamental que implicase el empleo de estrategias de acercamiento o afrontamiento de los asuntos pendientes, y rompiese la tendencia a continuar evitándolos.

Pues bien, los resultados del estudio llevado a cabo por Wohl y sus colegas de la Universidad canadiense de Carleton dieron apoyo empírico a esta hipótesis, ya que los sujetos que mostraron una mayor tendencia a perdonarse a sí mismos por las “calabazas” obtenidas en el primer cuatrimestre, mostraron una menor tendencia a la procrastinación en el segundo cuatrimestre. Como apuntan los autores “…perdonarse a uno mismo por la procrastinación tiene el efecto beneficioso de reducir la procrastinación posterior al reducir el afecto negativo asociado a los resultados derivados del incumplimiento..”. Es decir, los sujetos más benévolos consigo mismos serían más capaces de superar los rasgos aversivos asociados con el hecho de realizar una determinada tarea y mostrarían una menor inclinación a usar estrategias para cambiar su estado anímico a corto plazo mediante la evitación de la tarea.

En fin, parece que si bien el responsabilizarnos de las consecuencias de nuestra procrastinación es importante para un cambio de conducta, el sentimiento de culpa excesivo no parece ayudar demasiado, sino más bien todo lo contrario. Y es que, otra vez, “con la Iglesia hemos topado”.


Wohl, M., Pychyl, T. A. & Bennett, S. H. (2010). I forgive myself, now I can study: How self-forgiveness for procrastinating can reduce future procrastination. Personality and individual differences, 48, 803-808.

lunes, 21 de junio de 2010

¿Duermen bastante nuestros adolescentes?


Basta con pasarse por la puerta de un instituto a la hora de la entrada para leer en las caras de los adolescentes la falta de sueño que arrastran. Muchos no comienzan a espabilarse hasta bien entrada la mañana, y la mayoría parecen más despiertos en las horas vespertinas. Este fenómeno tiene su explicación, y es que cuando llega la pubertad se produce un cambio acusado en los ritmos circadianos de sueño y vigilia que no suele pasar inadvertido para quienes conviven con ellos. Estas alteraciones, que son el resultado de cambios puberales en la secreción de melatonina a lo largo del día, hacen que chicos y chicas no sientan deseos de irse a dormir hasta bien entrada la noche, y que, por lo tanto, por las mañanas también sientan la necesidad de permanecer en la cama “un ratito más”. Es decir, se produce un retraso en el sueño por causas fisiológicas.

Contrariamente a lo que podría pensarse, tras la pubertad no disminuye la necesidad de dormir, y la mayoría de especialistas consideran que el número conveniente de horas que debe dormir un adolescente debe ser de 9 horas o más. La pubertad es una etapa de importantes cambios en los que se produce una aceleración en el crecimiento físico y una importante maduración en la corteza cerebral, aspectos ambos que requieren de un periodo de sueño nocturno prolongado. Cuando éste es insuficiente pueden producirse importante alteraciones en el desarrollo, como consecuencia del déficit en la secreción de la hormona del crecimiento, que incluso lleguen a ser irreversibles.

En un estudio que hemos llevado a cabo sobre 2400 adolescentes de edades comprendidas entre los 12 y los 17 años, les preguntábamos, entre otras cosas, por el número de horas que duermen los días laborables. Los resultados, que podéis ver en la figura inferior, no dejaron lugar a dudas: sólo un 16% de ellos declararon dormir 9 o más horas.


Estos resultados no fueron inesperados, ya que el inicio de la Educación Secundaria suele conllevar un adelanto en la hora de comienzo de las clases en colegios e institutos que, además, suelen estar más alejados de casa y precisar de un traslado algo más duradero. Así, es usual que las clases comiencen a las 8 para el alumnado de secundaria mientras que los más pequeños se incorporan a las 9.30. Esto supone una importante falta de sueño con consecuencias que están bien documentadas (disminución de la motivación, falta de atención, escaso autocontrol, dificultades en el aprendizaje y la memoria), algunas de ellas relacionadas con la inmadurez de la corteza prefrontal.

En nuestro estudio aparecieron correlaciones significativas entre la falta de sueño y algunas variables, tales como los problemas de conducta, el pobre rendimiento académico, los síntomas depresivos, la baja autoestima y satisfacción vital o el consumo de sustancias. Aunque se trata de correlaciones que no nos permiten asegurar que sea la falta de sueño la causante de estos desajustes, hay razones suficientes para la preocupación, que deberían llevar a la Administración a cuestionar si tiene sentido mantener unos horarios escolares que parecen más adaptados a las necesidades del profesorado que del alumnado. Me temo que estamos ante un asunto espinoso, que se encontrará con la oposición frontal de los sindicatos de enseñantes, pero habrá que decidir qué es más importante. También sería necesario saber si una buena siesta puede compensar la falta de sueño nocturno, de momento hay algunas dudas al respecto.

miércoles, 9 de junio de 2010

Conductas de asunción de riesgos


Tendemos a pensar que corremos más riesgos cuando viajamos en avión o cuando podamos las tuyas del jardín desde el último peldaño de la escalera. Sin embargo, el peligro nos acecha en el lugar más inesperado, por ejemplo, mientras paseamos tranquilos y confiados por cualquier calle conocida de nuestra ciudad.

Tomé esta foto desde la ventana del hotel en Vilnius.