martes, 18 de octubre de 2011

Cerebro adolescente y relaciones con los iguales




En este blog me he referido en varias ocasiones al desarrollo cerebral durante la adolescencia, y a cómo la inmadurez de la corteza prefrontal, unida a la hiperexcitación del sistema cerebral de recompensa, lleva a chicos y chicas a implicarse en muchos comportamientos de riesgo. Las razones de esa excitación extrema están relacionadas con los cambios hormonales puberales y la mayor sensibilidad cerebral a la dopamina, un neurotransmisor responsable de las sensaciones placenteras, que hace que las recompensas tengan un enorme poder de atracción para chicos y chicas. Esta sensibilidad contribuye a explicar lo rápido que aprenden los jóvenes y su gran receptividad a la recompensa, pero también sus reacciones emocionales extremas ante la derrota y el fracaso.

 Pues bien, resulta que el cerebro adolescente también muestra una gran sensibilidad ante la oxitocina, otra hormona y neurotransmisor que es responsable de la formación de vínculos y que hace que las relaciones sociales sean más gratificantes. Es bien conocida la preferencia que los adolescentes tienen por mantener relaciones con sus coetáneos, lo que resulta más novedoso es el papel que la sensibilidad a la oxitocina desempeña en esta atracción.  Chicos y chicas disfrutan a lo grande cuando están con sus amigos y amigas, y prefieren estas relaciones  a otras con sujetos de diferente edad. De alguna manera, está pasión por los compañeros de la misma edad es la expresión en el ámbito social de la atracción que los jóvenes sienten por la novedad, puesto que sus coetáneos les resultan más novedosos que el conocido ambiente familiar.

Durante estos años se vivirán con gran dolor las situaciones de aislamiento o rechazo por parte del grupo. De hecho, algunos estudios con resonancias magnéticas han revelado que la respuesta del cerebro ante la exclusión del grupo de iguales es similar a la que se observa en situaciones de amenaza o de falta de alimento. Ello explica el tremendo sufrimiento que experimenta un chico que ha sido traicionado por sus amigos o que no ha sido invitado a una fiesta.  En una entrada anterior me he referido a los resultados de un estudio en el que hemos encontrado que la baja vinculación con el grupo de iguales es uno de los factores relacionados con los trastornos emocionales en chicos y chicas adolescentes.

Finalmente, hay que resaltar un último detalle que no está exento de importancia: se trata de las estrechas relaciones existentes entre el sistema cerebral de placer-recompensa y el socio-emocional. Ello justifica que se produzca una sinergia entre ambos sistemas, sobrexcitables e hipersensibilizados durante la adolescencia, y que chicos y chicas muestren un comportamiento especialmente arriesgado cuando están con  el grupo. Resulta evidente que hacen muchas más tonterias y arriesgan bastante más si están con sus amigos que si están solos.   

A primera vista podría parecer que esta enorme atracción que los jóvenes sienten hacia la novedad, las emociones fuertes y la relación con los iguales responde a un diseño defectuoso que les coloca en una situación de mucho riesgo. Sin embargo, cuando miramos las cosas con más detenimiento vemos que estas características que definen nuestra adolescencia nos hace más adaptativos como individuos y como especie, ya que nos impulsan a asumir algunas experiencias enriquecedoras, y a conocer gente para ampliar nuestro grupo de conocidos, lo que incide positivamente sobre nuestra salud y satisfacción. Sin olvidar que nuestra existencia va a transcurrir durante la adultez entre individuos de nuestra misma edad, por lo que en el grupo iremos adquiriendo competencias que nos serán más útiles que las aprendidas en el contexto familiar.



viernes, 7 de octubre de 2011

Nuevas familias y bienestar infantil




Hace ya cerca de tres años que en este mismo blog (ver aquí) hice referencia a las dificultades que teníamos para publicar un estudio sobre las nuevas estructuras familiares que las universidades de Sevilla y El País Vasco, con la financiación de la Fundación BBVA, habíamos llevado a cabo. Pues bien, por fin, y tras muchas dificultades, la publicación ha visto la luz gracias a los servicios de publicaciones de ambas universidades.
Como ya he tenido ocasión de comentar, se trata de un estudio centrado en el análisis de las características de seis tipos de familias (tradicionales, monoparentales, reconstituidas, homoparentales, de embarazo múltiple y adoptivas) como contextos para el desarrollo y el bienestar infantil. La investigación aporta una información muy interesante sobre las fortalezas y debilidades de cada tipo de familia que puede resultar de interés para la intervención familiar.

Una de las conclusiones más destacadas del estudio es que, contrariamente a lo que algunos piensan, las familias homoparentales representan contextos tan o más favorables para el desarrollo infantil que las familias tradicionales. De nuestros resultados no puede extraerse ningún dato que indique que estas familias puedan suponer algún tipo de riesgo para el bienestar de los niños y niñas que se crían en ellas. Muy al contrario, estos menores muestran unas excelentes indicadores de ajuste psicológico, lo que viene a coincidir con la cada vez mayor evidencia empírica disponible que sugiere que las dudas sobre la idoneidad de los matrimonios y parejas de gays y lesbianas para la crianza de sus hijos e hijas obedecen sólo a prejuicios muy asentados.

Otro dato interesante es el referido a las dificultades que pueden atravesar algunas familias reconstituidas, formadas por parejas que deciden unirse con sus respectivos hijos provenientes de relaciones previas.   Y es que formar una nueva familia no es una tarea fácil, y exige un enorme esfuerzo y un claro compromiso por parte de la nueva pareja. Tendrán que fortalecer su vínculo marital a la vez que renegocian las relaciones con el padre no custodio; establecer relaciones con la familia extensa; construir una nueva historia familiar sobre la previa; y, lo más complicado, iniciar unas nuevas relaciones entre el nuevo padre o madre y el menor. Aunque muchas familias consiguen superar con éxito todas esas pruebas de fuego,
Requiere un claro compromiso por parte de la nueva pareja. Y también un buen conocimiento sobre la etapa que van a afrontar y sobre cómo superar los retos que les esperan.

Aquí podéis encontrar la publicación