domingo, 12 de febrero de 2012

Falta de sueño y desajuste emocional en la adolescencia




En una entrada previa (ver aquí) hice referencia a los resultados de un estudio reciente en el que hemos encontrado que una gran porcentaje de adolescentes andaluces (40%) duermen, durante los días laborables, menos de las ocho horas recomendadas por la National Sleep Foundation. También hicimos referencia a cómo esta carencia de sueño suele producirse porque el retraso de los ritmos circadianos, como consecuencia de los cambios hormonales puberales, suele coincidir con un adelanto en el horario escolar con la llegada de la ESO. Es decir, se acuestan más tarde y se levantan más temprano.
Pero, quizá, lo más destacable de nuestros sea la relación encontrada entre la escasez de sueño y la sintomatología ansioso-depresiva y  los problemas comportamentales. Se trata de un relación preocupante y en la que pueden estar implicados mecanismos cerebrales. Así, se puede hacer referencia a los resultados de un estudio con técnicas de resonancia magnética funcional que encontró que aquellos sujetos con déficit de sueño muestran una respuesta emocional más intensa ante estímulos de carácter aversivo. Esta reacción emocional amplificada en los sujetos con privación de sueño estuvo relacionada con una mayor activación en la amígdala y una menor conectividad entre esta estructura cerebral, que forma parte del circuito básico de amenaza, y la corteza  prefrontal medial, que la controla.  Estos resultados nos sugieren que aquellos adolescentes que duermen un menor número de horas pueden reaccionar con más impulsividad y agresividad ante situaciones que ellos consideran aversivas o amenazantes, lo que explicaría su mayor tendencia a presentar problemas de conducta. Pero también podría justificar la mayor incidencia de problemas emocionales o depresivos en estos sujetos, ya que mostrarían una peor modulación de la respuesta emocional a situaciones aversivas. Es decir, ante sucesos estresantes presentarían una respuesta emocional más intensa que  les dificultaría la utilización de estrategias de afrontamiento adecuadas, con la consiguiente repercusión negativa sobre su equilibrio emocional.

Si tenemos en cuenta que los cambios hormonales puberales provocan una sobrexcitación de los sistemas cerebrales de amenaza y recompensa, es muy probable que la carencia de sueño sume sus efectos a los propios de la pubertad, aumentando la vulnerabilidad del adolescente. Por otra parte, el hecho de que algunos procesos cerebrales se vean alterados por unas rutinas de sueño inadecuadas sugiere la posibilidad de que estas alteraciones persistan a lo largo del tiempo. Esto podría explicar que algunos estudios hayan encontrado relación entre la carencia del sueño en los años de la adolescencia y los problemas de sueño, la depresión o el consumo abusivo de sustancias en la adultez.

Los resultados de nuestro estudio alertan sobre el elevado porcentaje de adolescentes que muestran un importante déficit en el tiempo de sueño, lo que puede tener serias consecuencias a nivel de salud que persistan hasta la edad adulta, por lo que resulta esencial que se establezcan algunas medidas encaminadas a mejorar las rutinas de sueño de los adolescentes. El retraso en el inicio de las clases matutinas durante la educación secundaria y el bachillerato puede ser una medida eficaz para aumentar el tiempo de sueño en los días de colegio. Esta medida fue implantada de forma experimental en institutos de EEUU con resultados muy favorables en cuanto a la reducción de la  somnolencia diurna, el cansancio y los síntomas depresivos. Aunque, claro, implantar esa medida en nuestro país no resultaría fácil, ya que implicaría apostar por la jornada escolar partida. Algo beneficioso para el rendimiento y la salud del alumnado de secundaria pero incómodo para el profesorado.





domingo, 5 de febrero de 2012

Algunos consejos para mejorar la comunicación con vuestros hijos adolescentes



Si tenéis un adolescente en casa, es probable que hayáis notado cómo la comunicación  con él o con ella  resulta más complicada que cuando tenía seis o siete años. Aunque se trata de algo relativamente normal y frecuente sobre lo que no hay que dramatizar en exceso, algunas sugerencias y consejos podrían ayudaros a mejorar esta comunicación. Si seguís estos consejos y tenéis algo de paciencia, es muy probable que mejore vuestra relación.


·     Escuchad lo que dice vuestro hijo o hija, dejadle terminar: Dejar que vuestro hijo o hija hable y diga lo que piensa o siente es muy beneficioso para el buen funcionamiento de la familia y para su bienestar. Si no dejáis que termine lo que quiere deciros y le interrumpís porque pensáis que ya sabéis lo que os va a decir, nunca sabréis realmente qué ideas tiene ni cómo se siente.

·   No critiquéis, no juzguéis, no culpabilicéis: No sois jueces. Si os dedicáis a criticar su conducta constantemente estaréis poniendo una barrera entre vosotros. Si muestra su enfado y grita, podéis corregir su comportamiento con algo como: “ya veo que estás enfadado/a, pero si me gritas no me entero bien. Cuando te tranquilices podremos seguir hablando”.

·     No deis lecciones:Tendemos a decir a nuestros hijos e hijas todo lo que deben hacer. Sin embargo, es mucho más útil y beneficioso enseñarles a buscar soluciones por sí mismos, y razonar con ellos las ventajas e inconvenientes de cada elección.

·    Dad importancia a lo que os diceA veces se preocuparán por asuntos que para vosotros no tienen la menor importancia y pensaréis: “no son más que tonterías, ya se le pasará”. Si cuenta con vosotros para hablar de sus cosas, valoradlo. Si no dais importancia a lo que quiere contaros, puede que en el futuro deje de hablaros de eso y de muchas otras cosas.

· Enseñadle a comunicar sus sentimientos: No es suficiente preguntarle qué ha hecho, sino también cómo se ha sentido. Podéis ayudarle a que entienda qué siente preguntándole “¿estás enfadado o triste?” o diciéndole “yo estoy orgullosa ¿y tú?”. Todos tenemos que aprender a expresar nuestros sentimientos y vosotros podéis ayudar a vuestro hijo o hija a hacerlo.

·     Controlad vuestros impulsos: Puede ocurrir que os cuente que ha hecho cosas que no os gustan (por ejemplo, que ha faltado a una hora de clase porque no tenía ganas de ir). En esos casos, no os dejéis llevar por los nervios; si reaccionáis de forma impulsiva y no razonáis con él o ella, puede que la próxima vez no confíe en vosotros y no os lo cuente. Evitad gritarles, amenazarles y ordenarles lo que tienen que hacer. Cuando estéis más serenos hablad con él o ella  y explicadle qué es lo que no os gusta.

·     Ya no es un niño o una niña: No lo olvidéis; se está convirtiendo en una persona adulta, si actuáis como si fuera como vuestra niña o niño pequeño sentirá vergüenza, sobre todo delante de sus amigos y amigas. Evitad invadir su espacio personal, criticarle o darle lecciones en todo momento, especialmente cuando esté con su pandilla.