sábado, 30 de junio de 2012

Razones para el optimismo




No voy a referirme en esta entrada a los éxitos de  “la Roja”, ni a los acuerdos que Rajoy se ha traído de Bruselas. La verdad es que si miramos a nuestro alrededor  dan ganas de poner en la puerta el cartel de “cerrado por reformas” y abandonar el barco en busca de otro lugar bajo el sol. Tampoco voy a escribir sobre ese pensamiento positivo ingenuo que Bárbara Ehrenreich ha denunciado en su libro “Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo”.  Esa corriente ideológica, que algunos han asociado de forma equivocada con la Psicología Positiva, y que tanto ha vendido en la última década y cuyo principio fundamental podría resumirse en la frase “Piensa en positivo y lo positivo vendrá a ti. Puedes tener cualquier cosa que desees si concentras tu mente en esa cosa”. El lector puede hacer la prueba y comprobar cómo dicha máxima tiende a no cumplirse en un porcentaje muy alto de ocasiones.

Lo que quiero comentar aquí es la abundante evidencia empírica que existe acerca de la relación entre el optimismo y la felicidad y la salud, y, sobre todo, las razones que pueden justificar esa conexión entre las emociones positivas y la salud. En 2008, Chida y Steptoe publicaron una exhaustiva revisión de setenta estudios que ponía de manifiesto cómo el bienestar psicológico estaba asociado con diversos indicadores de morbilidad y mortalidad. Es decir, las personas más felices presentaban mejores resultados de salud en una amplia variedad de medidas, desde los niveles de cortisol en sangre, hasta la longevidad, pasando por la probabilidad de pillar un resfriado.

El meollo de la cuestión está en las razones que explican esta correlación entre optimismo y salud, algo que la medicina tradicional se muestra reacia a aceptar al perseverar en el error de Descartes, consistente en la negación de la relación entre la mente y el cuerpo. Pues bien, Richard Davidson (2012) ha propuesto cuatro vías de influencia, acerca de las que ya se disponen de numerosos datos:

1)      Una sensación de bienestar y alegría llevaría al sujeto a estilos de vida más saludables: dormir, amar, comer mejor y la práctica regular del ejercicio físico.

2)      Las emociones positivas influirían positivamente sobre el sistema cardiovascular y hormonal. Esta influencia tendría lugar a través del sistema nervioso simpático, que controla nuestras respuestas de ataque o huida ante las amenazas.  Al reducir la actividad del sistema simpático se reducirían el ritmo cardiaco y la presión arterial, así como los niveles de adrenalina en la sangre, aspectos todos ellos considerados indicadores de buena salud.

3)      La tercera vía de influencia sería a través del sistema inmunológico, ya que los estudios han mostrado cómo las emociones positivas conllevan un aumento en sangre de la hormona de crecimiento, la oxitocina y la prolactina. Estas hormonas tienen la potencialidad de sensibilizar a los glóbulos blancos, reforzando la efectividad del sistema inmunitario a la hora de combatir las infecciones, y de reducir los efectos del estrés.

4)      Por último, las emociones positivas podrían activar las fibras simpáticas cerebrales, que conectan el timo y los nodos linfáticos, lo que incrementaría la producción de células para el sistema inmunológico.
  
Es decir, aunque pensar en positivo no es una fórmula mágica para resolver todos los problemas, sí es muy evidente que mantener una actitud optimista y positiva puede tener unos efectos muy favorables sobre nuestra salud, además de insuflarnos la energía necesaria para sobrellevar mejor estos momentos difíciles que estamos atravesando. 

lunes, 25 de junio de 2012

El perfil emocional de tu cerebro




Los psicólogos somos muy dados al estudio de las diferencias individuales, y para ello inventamos tipologías que nos permiten clasificar a las personas, o dimensiones bipolares entre los que las situamos. Entre las tipologías más conocidas podríamos citar los tipos de temperamento: fácil, difícil y lento para adaptarse, según la propuesta de Thomas, Chess y Birch. Mientras que los "Big Five" son las dimensiones más empleadas para definir la personalidad: apertura a la experiencia, conciencia, extravesión, sociabilidad y neuroticismo.

Pues bien, los numerosos estudios llevados a cabo en las últimas décadas sobre el funcionamiento del cerebro han servido para que Richard J. Davidson, profesor de Psicología en la Universidad de Wisconsin-Madinson, haga una interesante propuesta dimensional: el perfil emocional.

Antes de entrar a definir las dimensiones o componentes del perfil emocional conviene aclarar algunos conceptos relativos a las emociones. Un estado emocional es la unidad más pequeña y fugaz de la emoción, ya que se trata de la emoción (alegría, tristeza, ira, miedo) suscitada por una experiencia , por un recuerdo o por la anticipación del futuro, y que apenas dura unos segundos o minutos. Si esta emoción persiste durante horas o días, ya estaríamos hablando de un estado de ánimo. Y si este sentimiento o estado de ánimo es característico de un sujeto, se trataría de un rasgo emocional, que hace más probable que dicho sujeto experimente ciertos estados emocionales, como la ira, en su vida cotidiana.

Pues bien, para el profesor Davidson un perfil emocional es la manera o estilo que tiene una persona de reaccionar ante los experiencias cotidianas. Este perfil influye en la probabilidad de sentir estados emocionales, rasgos emocionales y estados de ánimo, por lo que constituyen los "átomos" de nuestra vida emocional. Por otra parte, hay que decir que esta propuesta se basa en un análisis muy riguroso de los mecanismos cerebrales subyacentes mediante técnicas de neuroimagen.

Las seis dimensiones que configuran el perfil emocional son:

- Resistencia. Es la rapidez o lentitud con la que una persona se recupera ante una frustración o adversidad que nos genera estrés, como la cancelación de nuestro vuelo, o una discusión con un amigo o la pareja. (Rápida en recuperarse versus Lenta en recuperarse)

- Actitud. El tiempo que somos capaces de mantener una emoción positiva, es decir, no tanto la capacidad para sentir alegría o felicidad, sino para hacer que dicho sentimiento se mantenga vivo. (Positiva versus Negativa)

- La intuición social es la pericia para captar los gestos o las señales sociales de las personas que nos rodean. Las personas con mucha intuición tienen mucha habilidad para captar sutiles pistas no verbales, interpretar el lenguaje corporal, las entonaciones vocales y las expresiones faciales. (Socialmente intuitivo versus Desconcertado)

- La autoconciencia se refiere a la capacidad para percibir y comprender nuestras propias emociones y sentimientos. Si estamos enfadados, o estresados o nerviosos, y nos percatamos de ello es probable que nos percatemos de que la verdadera causa del enojo con otra persona está más relacionada con nuestro estado de ánimo que con el comportamiento del otro. (Autoconsciente versus Opaca a sí misma)

- La sensibilidad al contexto tiene que ver con cómo regulamos nuestras respuestas emocionales en función del contexto en el que nos encontramos. Dependiendo con quién estemos interactuando y en qué circunstancias hay diferentes maneras de actuar: por ejemplo, no ser demasiado cordial en el trato con un superior. (Sintonizada versus Desconectada)

- La atención o capacidad para eliminar las distracciones emocionales y seguir concentrado en una tarea, sin que nos aparten de ella pensamientos sobre una discusión que tuvimos ayer con un colaborador, o sobre una conferencia que tenemos que dar la próxima semana. (Centrada versus Dispersa)

Todas las personas se sitúan en una determinada posición entre los dos polos de cada dimensión, y el perfil emocional resultará de la combinación de dichas posiciones. Lo más interesante es que, a pesar del substrato neuronal del perfil emocional, es susceptible de cambio y entrenamiento.

Davidson, R. J. (2012). El perfil emocional de tu cerebro. Barcelona: Destino.

viernes, 15 de junio de 2012

Instrumentos para evaluar el desarrollo positivo adolescente y los activos familiares, escolares y comunitarios que lo promueven.




En la entrada anterior hemos descrito brevemente el estudio sobre desarrollo positivo adolescente llevado a cabo con la financiación de la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía y en el marco del Programa Forma Joven. Ese estudio nos permitió validar y baremar una serie de instrumentos psicométricos que pudieran ser utilizados para evaluar tanto una parte importante de las competencias incluidas en nuestro modelo de desarrollo positivo como los activos presentes en los contextos de la familia, la escuela y el barrio. Nuestra intención fue que dichos instrumentos o escalas pudieran estar disponibles para ser usados por todos los profesionales o investigadores interesados. En esta publicación (aquí) pueden encontrarse todas las escalas validadas, así como las instrucciones para su aplicación y corrección, y los baremos por sexo y edad. Algunas de estas escalas fueron adaptadas de instrumentos ya existentes mientras que otras fueron elaboradas expresamente para este estudio.

Las escalas incluidas en dicho documento son las siguientes:

Competencias adolescentes

Escala de autoestima
Escala de autoeficacia generalizada
Escala de  satisfacción vital
Escala de optimismo
Escala de la tolerancia a la frustración
Escala para la evaluación  de  la planificación y toma de decisiones
Escala de empatía
Escala para la evaluación de la expresión, manejo y reconocimiento de emociones
Escala de apego a los iguales
Escala de habilidades sociales
Escala de valores para el desarrollo positivo adolescente
Escala para la detección de sexismo en adolescentes

Activos  contextuales

Escala para la evaluación del estilo parental
Escala de percepción del clima y del funcionamiento del centro (Alumnado)
Escala de percepción del clima y del funcionamiento del centro (Profesorado)
Escala de valoración del barrio

Oliva, A., Antolín, L. Pertegal, M. SA. Ríos, M, Parra, A., Hernando, A. y Reina, M. C. (2011). Instrumentos para la evaluación de la salud mental y el desarrollo positivo adolescente y los activos que lo promueven. Sevilla: Consejería de Salud de la Junta de Andalucía (descargar)

miércoles, 6 de junio de 2012

Un estudio sobre los activos para el desarrollo positivo adolescente



En entradas anteriores he hecho referencia al modelo de desarrollo positivo adolescente elaborado en un estudio cualitativo llevado a cabo sobre profesionales relacionados con la adolescencia (ver aquí). Ese estudio no fue sino el comienzo de una investigación cuantitativa más ambiciosa que tenía como objetivo principal obtener información acerca de los activos familiares, escolares y comunitarios relacionados tanto con el desarrollo positivo adolescente como con la prevención de los problemas de ajuste emocional y comportamental. Por otra parte, el estudio también sirvió para validar y baremar una serie de instrumentos adaptados o elaborados para la evaluación de algunas competencias relacionadas con el desarrollo positivo, y de los activos en la familia, la escuela y la comunidad.

Probablemente, la principal conclusión del estudio es la importancia para el desarrollo adolescente, tanto en lo relativo a la promoción de competencias como para la prevención de problemas de ajuste, de las relaciones que en el entorno familiar se establecen entre padres o madres y adolescentes. Lejos de disminuir la influencia de la familia cuando llega la adolescencia, nuestros datos indican que es en el contexto familiar donde se encuentran los principales activos para favorecer el desarrollo de chicos y chicas. Por lo tanto, hay que destacar la importancia de apoyar a padres y madres para que puedan desempeñar mejor su rol de educadores y ejercer una parentalidad positiva. Con frecuencia se tiende a considerar este apoyo como más adecuado para quienes tienen niños más pequeños, pues se piensa que para el momento en que llega la adolescencia, padres y madres tienen ya un rodaje más que suficiente para haber adquirido las competencias precisas para manejar con pericia la mayoría de situaciones que se les pueden presentar en la vida familiar cotidiana. Sin embargo, la primera adolescencia es una etapa en la que su suelen producir algunos desajustes en las relaciones familiares, y algunos progenitores pueden verse algo desorientados y beneficiarse mucho de un apoyo externo. La difusión de una imagen más normalizada y menos negativa de la adolescencia y la promoción de un estilo parental democrático entre los progenitores puede influir de forma muy positiva sobre el desarrollo de nuestros chicos y chicas.

A pesar de la mayor importancia de la familia, también en el centro educativo se detectaron importantes recursos o activos que favorecen el desarrollo adolescente. Así, aquellos centros con normas y valores claros, y con un buen clima escolar que facilitan la vinculación del alumnado al mismo, tuvieron mejores resultados en cuanto a las competencias promovidas en sus estudiantes. También mostraron estos chicos y chicas menos problemas de ajuste psicológico. Por lo tanto, a partir de los datos del estudio pueden extraerse algunas sugerencias de carácter práctico para que los centros de educación secundaria se conviertan en lugares promotores de la salud y la competencia adolescente.

Finalmente, el estudio también aportó una importante evidencia empírica acerca de la importancia del barrio o vecindario en que residen los adolescentes, ya que también se encontraron relaciones muy significativas entre la competencia y el ajuste adolescente y algunas dimensiones comunitarias, como la seguridad, el control social, el empoderamiento de la juventud y su sentimiento de vinculación o pertenencia a su comunidad o barrio. Aunque en nuestro estudio la disponibilidad de actividades extracurriculares no se asoció a un mejor ajuste o competencia del alumnado, sí lo hizo la participación en ellas.

Aquí podéis encontrar el la publicación con los principales resultados de este estudio.


Oliva, A., Pertegal, M. A., Antolín, L., Reina, M. C. Ríos, M., Hernando, A., Parra, A., Pascual, D. y Estévez, R. (2011). El desarrollo positivo adolescente y los activos que lo promueven. Un estudio en centros docentes andaluces. Sevilla: Consejería de Salud de la Junta de Andalucía