domingo, 1 de marzo de 2015

Desigualdades sociales y salud



Que la desigualdad haya aumentado hasta límites desconocidos hasta ahora en nuestro país es una de las consecuencias más dolorosas de la crisis y de las políticas llevadas a cabo por el gobierno del Partido Popular. Aunque hay que reconocer que la crisis no ha venido sino a ahondar en unas diferencias sociales que ya eran indignantes, y que siempre se justifican echando mano a la maldita meritocracia. Esa idea tan asumida de que unos seres humanos son más valiosos que otros, y por ello tienen todo el derecho a gozar de mejores condiciones de vida.
Sin embargo, muchas sociedades tradicionales han tenido unas estructuras sociales basadas en la igualdad. Y hay razones sobradas para que la búsqueda de la igualdad (o la envidia) haya sido seleccionada a lo largo de la historia evolutiva de la humanidad, puesto que nuestro valor de mercado como pareja sexual no viene indicado por nuestras características y posesiones, sino por su comparación con las de los demás. Si yo tengo algo, pero mis congéneres tienen el doble, es muy probable que yo tenga pocas posibilidades de emparejarme y transmitir mis genes.
Por lo tanto, la envidia parece tener un claro valor adaptativo ya que la desigualdad y el bajo estatus en el grupo generan estrés y problemas de salud (sobre todo cuando uno es el que envidia, y no el envidiado). El impacto de la desigualdad sobre la salud ha sido documentado por el epidemiólogo británico Richard G. Wilkinson en sus obras: The Impact of Inequality: How to Make Sick Societies Healthier; Mind the Gap: Hierarchies, Health, and Human Evolution, y, recientemente, Social determinants of Health (Este último coeditado con Michael Marmott).

Los trabajos de Wilkinson ponen de relieve que aunque la clase trabajadora de países como EEUU tenga más recursos materiales que la clase media de países con una menor renta per cápita, sus niveles de mortalidad y morbilidad son claramente superiores. A juicio de Wilkinson, es el estrés generado por la desigualdad, por el bajo estatus social y por la falta de control sobre la propia vida, lo que hace enfermar a la gente, y no otros factores como la alimentación o los recursos materiales. Ello explicaría, en gran parte, por qué las políticas liberales (p.e. los gobiernos de Margaret Tatcher) conllevan un empeoramiento de la salud de la población general, y sugiere que las políticas redistributivas de igualdad y justicia social son una buena fórmula para mejorar la satisfacción vital y la salud de la población. Además, es también bastante probable que en sociedades muy competitivas paguen su tributo en salud no sólo quienes tienen un bajo estatus, sino también quienes están arriba, que deberán luchar permanentemente por mantener ese estatus, y les quedará poco tiempo para relajarse.
Es mucho el trabajo que tendrá por delante  el gobierno que salga de las próximas elecciones, si quiere revertir las enormes desigualdades  sociales creadas por el gobierno actual, que ha llevado a que el 1% de la población española acapare el 27% de la riqueza, y que un 10% se haga con más del 55%, mientras que la población en riesgo de pobreza supera claramente en muchas comunidades autónomas el 25%.